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Voto de davilochi:
8
6,9
137
Drama. Romance
Bulgaria, I Guerra Mundial. Un grupo de prisioneros de guerra llega a la ciudad, entre ellos el serbio Ivo Obrenovich. Durante una de sus escapadas del campo, Ivo se cuela en un huerto privado y es pillado in fraganti robando melocotones por la esposa de un Coronel, Lisa. Ivo se enamora al instante de ella y no tardará en volver a intentar verla de nuevo... (FILMAFFINITY)
2 de mayo de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aquí una película inolvidable de ese filón de tesoros por descubrir que es la cinematografía de Europa centro-oriental, en este caso una obra búlgara del año 64 tras cuya pista me puso - una vez más y para variar - mi sensei y, sobre todo, buen amigo Vozidar. La nota de la que hace gala en IMDB es buena muestra de la maestría contenida en estos 105 minutos de metraje que cuentan con la gran actuación de la que ha pasado a la historia como la "Primera Dama del cine búlgaro", la bella y fascinante Nevena Kokanova. Aunque parezca que no uno tiene que pensar seriamente en los adjetivos a la hora de definir a esta hermosa mujer.
Por aquellos tiempos había en los países socialistas de Europa centro-oriental marcadas tendencias pacifistas encuadradas en el seno de los partidos comunistas y dominantes especialmente entre los intelectuales, sus principales impulsores. Había verdadero temor a una nueva conflagración y, sin lugar a dudas, a esta cargada atmósfera responde esta película.
Vulo Radev emplea eficaces recursos narrativos y cinematográficos que dan gran fuerza al guión en todo momento. El film está ambientado en la bella ciudad de Tarnovo, centro cultural septentrional de Bulgaria y, a su vez, el lugar donde el zar Fernando declaró la independencia de todos los territorios búlgaros en 1908; por tanto un lugar evocador en la historia búlgara. La gran virtud de esta película es la gran variedad de temas que abarca y el hecho de que lo haga sin necesidad de mostrar los horrores de la guerra de forma directa, es decir, en su consumación. Es obvio que el objetivo del director es que el espectador sea capaz de ver el film contando con una visión global de lo que era Europa a la altura de 1918, momento en que se ambienta la película.
De hecho las escenas iniciales son muy reveladoras. El film comienza con un entierro de soldados caídos, simplemente hay que tener en cuenta el pequeño tamaño de los ataudes en que van a ser enterrados: eso nos permite hacernos una idea del estado en que debían encontrarse los cuerpos en el momento en que fueron recogidos para ser entregados a las familias. La Primera Guerra Mundial - si exceptuamos la Guerra de Secesión estadounidense - fue la primera guerra moderna si tenemos en cuenta el número de combatientes, el tamaño de los frentes abiertos y el poder mortífero de las armas puestas en liza. Se alcanzaron niveles de destrucción nunca antes vistos. De hecho el director va a ir dejando a lo largo del film pequeños pero muy reveladores trazos de los efectos de la guerra. Inmediatamente después del entierro el director nos regala un genial contrapicado durante el cual vemos al coronel, marido de Elisabeta, la protagonista, escenificar una teatral carga de bayonetas ante la consternación de la tropa. Puro teatro ante las exigencias de la guerra moderna, que no hacen sino poner de relieve la indefensión del individuo.
Por aquellos tiempos había en los países socialistas de Europa centro-oriental marcadas tendencias pacifistas encuadradas en el seno de los partidos comunistas y dominantes especialmente entre los intelectuales, sus principales impulsores. Había verdadero temor a una nueva conflagración y, sin lugar a dudas, a esta cargada atmósfera responde esta película.
Vulo Radev emplea eficaces recursos narrativos y cinematográficos que dan gran fuerza al guión en todo momento. El film está ambientado en la bella ciudad de Tarnovo, centro cultural septentrional de Bulgaria y, a su vez, el lugar donde el zar Fernando declaró la independencia de todos los territorios búlgaros en 1908; por tanto un lugar evocador en la historia búlgara. La gran virtud de esta película es la gran variedad de temas que abarca y el hecho de que lo haga sin necesidad de mostrar los horrores de la guerra de forma directa, es decir, en su consumación. Es obvio que el objetivo del director es que el espectador sea capaz de ver el film contando con una visión global de lo que era Europa a la altura de 1918, momento en que se ambienta la película.
De hecho las escenas iniciales son muy reveladoras. El film comienza con un entierro de soldados caídos, simplemente hay que tener en cuenta el pequeño tamaño de los ataudes en que van a ser enterrados: eso nos permite hacernos una idea del estado en que debían encontrarse los cuerpos en el momento en que fueron recogidos para ser entregados a las familias. La Primera Guerra Mundial - si exceptuamos la Guerra de Secesión estadounidense - fue la primera guerra moderna si tenemos en cuenta el número de combatientes, el tamaño de los frentes abiertos y el poder mortífero de las armas puestas en liza. Se alcanzaron niveles de destrucción nunca antes vistos. De hecho el director va a ir dejando a lo largo del film pequeños pero muy reveladores trazos de los efectos de la guerra. Inmediatamente después del entierro el director nos regala un genial contrapicado durante el cual vemos al coronel, marido de Elisabeta, la protagonista, escenificar una teatral carga de bayonetas ante la consternación de la tropa. Puro teatro ante las exigencias de la guerra moderna, que no hacen sino poner de relieve la indefensión del individuo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y es que esta película no tiene por objetivo otra cosa que mostrar la tragedia diaria de todos aquellos que se vieron empujados sin quererlo y sin remedio por la espiral de acontecimientos que se sucedieron de 1914 y 1918. Aún con todo, Ivo Obrenovic, oficial serbio prisionero de los búlgaros cree haber encontrado la esperanza para seguir adelante aún en mitad del infierno: "La guerra trae el odio pero el trabajo del hombre permanece para incitar el amor". He ahí la triste paradoja de la guerra: como todo pasará, inútilmente pasará, dejando su legado de violencia y la esperanza de un futuro mejor a todos aquellos que no la desearon. Al fin y al cabo esta es una película sobre los límites de la libertad individual que contiene una ácida crítica al estamento militar, encarnado de forma paradigmática por el coronel, un individuo dominado por la lógica nacionalista y patriarcal. En la casa de Elisabeta el alambre de espino aparece siempre de fondo como reflejo de la cárcel a la que son abocados todos los individuos por el Estado y las costumbres.
La desesperación, el desaliento y la angustia dominan a Elisabeta y Obrenovic ante los acontecimientos; sus encuentros están cargados de tensión dramática, de pasión contenida y son la muestra de que el amor entre seres humanos no conoce límites ni nacionalidades.
Mientras tanto el coronel muestra sus miedos ante la certeza de que van a perder la guerra: "Espero que o pase como en Rusia". Hacía poco menos de un año que la Revolución bolchevique estaba en marcha y una verdadera ola de terror frente al fantasma revolucionario se extendió entre unas élites político-económicas de todo el continente europeo, carentes de legitimidad tras haber cometido todo tipo de desmanes contra sus pueblos. Ellos eran conscientes de que se vivían momentos críticos, toda una disolución del mundo tal y como había sido concebido por ellos hasta entonces. Particularmente emotivo es el momento en que un grupo de soldados se oponen a seguir siendo sacrificados y son enfrentados por las fuerzas del orden con la bayoneta calada, mientras tanto, los prisioneros cantan "La Warszawianka", canción revolucionaria nacida en Polonia que fue versionada en toda Europa (aquí se conoce como "A las barricadas", mítico himno cenetista).
Sin lugar a dudas se avecinan cambios, pero reflexionando ante lo ocurrido en Rusia y a lo que está por venir en toda Europa el capitán francés amigo de Obrenovic en el campo de prisioneros advierte a éste de que "No es la primera vez que el ser humano intenta rebelarse ante quien moldea su destino, y continua para llevarse de nuevo la misma decepción... Me temo que se olvidan de lo ocurrido en 1871". Las posibilidades de llevar a cabo una verdadera revolución son duramente cuestionadas.
La desesperación, el desaliento y la angustia dominan a Elisabeta y Obrenovic ante los acontecimientos; sus encuentros están cargados de tensión dramática, de pasión contenida y son la muestra de que el amor entre seres humanos no conoce límites ni nacionalidades.
Mientras tanto el coronel muestra sus miedos ante la certeza de que van a perder la guerra: "Espero que o pase como en Rusia". Hacía poco menos de un año que la Revolución bolchevique estaba en marcha y una verdadera ola de terror frente al fantasma revolucionario se extendió entre unas élites político-económicas de todo el continente europeo, carentes de legitimidad tras haber cometido todo tipo de desmanes contra sus pueblos. Ellos eran conscientes de que se vivían momentos críticos, toda una disolución del mundo tal y como había sido concebido por ellos hasta entonces. Particularmente emotivo es el momento en que un grupo de soldados se oponen a seguir siendo sacrificados y son enfrentados por las fuerzas del orden con la bayoneta calada, mientras tanto, los prisioneros cantan "La Warszawianka", canción revolucionaria nacida en Polonia que fue versionada en toda Europa (aquí se conoce como "A las barricadas", mítico himno cenetista).
Sin lugar a dudas se avecinan cambios, pero reflexionando ante lo ocurrido en Rusia y a lo que está por venir en toda Europa el capitán francés amigo de Obrenovic en el campo de prisioneros advierte a éste de que "No es la primera vez que el ser humano intenta rebelarse ante quien moldea su destino, y continua para llevarse de nuevo la misma decepción... Me temo que se olvidan de lo ocurrido en 1871". Las posibilidades de llevar a cabo una verdadera revolución son duramente cuestionadas.