La serie tenía que concluir de alguna manera. HBO decidió que no habría más que una sola temporada y lo que bien iba pues mal culmina. La verdad es que la serie era muy atractiva, pero los resultados que brindó en audiencia no fueron los esperados. Entonces Stephen Merchant tenía que elaborar otras cosas, porque su historia no podía quedarse simplemente así, como si fuera bueno dejar los cuentos al público incompletos y a medio hacer. Por ello se hizo esta regular película.
A mí me sorprendió que la serie no continuara. Los perfiles de sus personajes y sus historias de fracasos en el sueño americano con ese tono agrio y con la mira puesta en comedia me había gustado y deleitado en las noches. Además, la historia de Merchant lograba ser un abono a la reflexión en torno al papel del hombre en este nuevo siglo. Sin embargo, todo quedó truncado, y con el filme, todo fue en picada. La historia en la película se carga de afanes insustanciales y de su apresuramiento solo nos deja un lúgubre final feliz que mantiene el cliché y que se aleja completamente de la realidad de un personaje que tenía muy claro su rol. Los demás personajes pierden también el estilo que traían en la serie y se van yendo por el lado dulzón propuesto para cerrar de una vez la historia. Algunas risas, por supuesto, salvan el barco de un naufragio inmediato en los primeros minutos de la narración, pero no hay nada qué hacer cuando es obligación truncar las sendas de los personajes.