Ni Kieslowski, ni Tarkovsky, ni Kurosawa, ni Costa-Gavras, ni David Lynch, ni Richard Linklater, ni David Lynch, ni David Fincher, ni David Cronenberg, ni Emir Kusturica, ni Eric Rohmer, ni los Coen, ni Fritz Lang, ni Gus Van Sant, ni Alejandro González Iñarritu, ni Ingmar Bergman, ni Jim Jarmusch, ni Kim Ki-Duk, ni Lars Von Trier, ni Jean-Luc Godard, ni François Truffautt, ni Luis Buñuel, ni Martin Scorsese, ni Michael Mann, ni Orson Welles, ni Neil Jordan, ni Paul Thomas Anderson, ni Peter Jackson, ni Peter Weir, ni Quentin Tarantino, ni Ridley Scott, ni Roman Polanski, ni Sidney Lumet, ni Steven Spielberg, ni Spike Lee, ni Takeshi Kitano, ni Wong Kar-Wai, ni Wes Anderson, ni Ernst Lusbitch, ni Wim Wenders, ni Fassbinder supieron plasmar el arte en el cine como lo hizo David Warry-Smith con su "Cielo en llamas". Poesía pura y dura. Aaaaaaaaarte, aaaaaaaarte. Genialidad que merece ser vista aplaudida y revista. Eso sí, a partir de la hora todo el drama se condensa en una elipsis de planos largos, fijos, mantenidos y travellings que es imposible no llorar de emoción.
Bueno sí, la película es una mierda dura, pero la crítica es un homenaje a mi y a mi año en FA, que no podré celebrar porque estaré de vacaciones; pero que con esto homenajeo a los directores que me han hecho disfrutar (o no) en este largo año de viaje. Y esto ya comienza a coger forma.
El spoiler contiene detalles de la película, pero como creo que no la verá ni su padre podéis leer sin miedo, hijos míos.