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Voto de Donald Rumsfeld:
7
2021
Mike White (Creador), Mike White
7,0
15.013
Serie de TV. Comedia. Drama
Serie de TV (2021). Primera temporada: 6 episodios. Retrata las vacaciones de varios huéspedes de un resort tropical, durante una semana, mientras se relajan y rejuvenecen en el paraíso. Pero cada día que pasa, surge una complejidad más oscura en la vida de estos viajeros perfectos, los risueños empleados del hotel y ese lugar idílico. Cuenta con una segunda y tercera temporada, con fichas propias. En noviembre 2022 la serie fue renovada por una 3a temporada 3T. [+]
6 de diciembre de 2021
12 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de comenzar, permitidme dormir a las vacas.
A lo largo de las más 4000 películas y series que he tenido el placer de ver, no he encontrado una sola que fuera tan rematadamente mala como para merecer la nota más baja o una crítica absolutamente despiadada. En todas ellas hay algo. Puede ser una interpretación, un plano bien ejecutado, un dialogo interesante, un tema musical, un rostro hermoso o cualquiera otra cosa. Así, el uno (como el diez), es algo que en verdad nunca puede justificarse de manera objetiva. Son, por así decir, una decisión personal.
Hay cosas absolutamente maravillosas en la trilogía inicial de Star Wars, hay diálogos alucinantes en Juego de Tronos, incluso en la peor película de Shyamalan (¿Airbender?) hay elementos en la puesta en escena de indiscutible calidad. Así, los extremos, más que otra cosa, son puntos de referencia que por mucho se busquen nunca se van a encontrar. Ilusiones ópticas que tan sólo sirven para delimitar los márgenes en los que en nunca se va luchar. Desgraciadamente, con frecuencia nos dejamos llevar (yo el primero) y tendemos a enfocarnos solo en aquellos aspectos que confirman nuestro juicio (o más bien prejuicio), ignorando de manera no necesariamente calculada todos aquellos que no encajan con la versión que queremos dar. Puestos a dar notas, hay películas que son simultáneamente un 3 y un 8, o un 4 y un 7. Y de nada sirven aquí las medias: pues un 3 y 8 solo es 5,5 matemáticamente.
Y digo todo esto precisamente porque The White Lotus bien podría merecer cualquier nota que a ustedes les apetezca dar. Por ejemplo, y sin tan siquiera salirnos del guion: por un lado tenemos su esquematismo, el diseño completamente mecánico y artificial de sus diálogos, y por el otro, más allá de las interpretaciones, el hecho de que esos mismos diálogos funcionan como un reloj. Tienen ritmo, tienen significado y están perfectamente implementados con el desarrollo de la trama.
Y lo mismo vale aquí con la puesta en escena, la banda sonora, las interpretaciones y otras tantas cosas más.
Desde el inicio llaman la atención esos tonos mates puestos en Hawái. Tan alejados de esa convección según la cual ese tipo de entornos tienen que estar en Technicolor, con cielos de acuarela, verdes exuberantes, playas de arena blanca y aguas color turquesa. Es una colorimetría que le quita con premeditación el glamur a lo que muestra, que deja aquello que enfoca inmediatamente obsoleto, que subraya que lo que estamos viendo tiene mucho más ver con la vulgaridad que con la suntuosidad. Es una fotografía fea, sin vida, sin contraste, llena de beige y aburrimiento. Y se corresponde al punto con la historia que nos van a contar.
La banda sonora, sutil, original, lubrica, pérfida, obscenamente sexual, me puso de los nervios desde el primer compás. Es música copulativa. Una película porno disfrazada de soundtrack (podría decirse que la serie es la cara amable del turismo sexual). Es tan directa, tan clara en su forma y en su fondo, que en realidad basta con escuchar la intro para saber de qué va todo lo demás.
Y quizá justo ése sea uno de los problemas de la serie. Que es un poco demasiado. Y que debido eso los personajes han de cojear todos del mismo píe para dar sentido a la trama. Y es que lo ricos pueden ser imbéciles, pero no necesariamente han de serlo todos. Y aún menos, todo el tiempo.
Se dirá que no es así. Que los adolescentes no son tan. Que los indígenas y los negros son buenas personas y todo lo demás. A lo cual me gustaría decir dos cosas. La primera de las cuales va más allá de esta serie.
Si bien los negros ya no son los sirvientes directos de los blancos, han pasado, curiosamente, ha ocupar el rol de criados de una manera indirecta: los negros están ahí para ayudar a los blancos justo cuando estos lo necesitan: son el amigo sabio, poderoso y benevolente que siempre está ahí para echarte una mano. Desde Morfeo hasta la masajista. No falla. Así que ya no es necesario que nadie les dé con un látigo en la espalda, ahora lo hace ellos por voluntad propia. Es la misma mierda de siempre envuelta en buen rollo y justicia social. Y lo mismo se puede decir de todo lo que huela a comunidad tribal. Porque el mensaje implícito, aquí de manera literal, es que, hasta que Magallanes y sus colegas comenzaran a hacer de las suyas, ellos eran unos seres simples, puros e inocentes que básicamente se pasaban el día bailando el Kumbaya.
Los jóvenes, sin embargo, ofrecen aquí una perspectiva más… interesante de la situación. Saben lo que hay. No creen en nada. Y pasan de todo. Son el contrapunto a la demencia de los adultos. Y sirven para ofrecer una trama que en ciertos momentos, y mediante las historias aparentemente más insignificantes, deja de lado un lado la sátira y la comedia para volverse más densa y oscura.
A lo largo de las más 4000 películas y series que he tenido el placer de ver, no he encontrado una sola que fuera tan rematadamente mala como para merecer la nota más baja o una crítica absolutamente despiadada. En todas ellas hay algo. Puede ser una interpretación, un plano bien ejecutado, un dialogo interesante, un tema musical, un rostro hermoso o cualquiera otra cosa. Así, el uno (como el diez), es algo que en verdad nunca puede justificarse de manera objetiva. Son, por así decir, una decisión personal.
Hay cosas absolutamente maravillosas en la trilogía inicial de Star Wars, hay diálogos alucinantes en Juego de Tronos, incluso en la peor película de Shyamalan (¿Airbender?) hay elementos en la puesta en escena de indiscutible calidad. Así, los extremos, más que otra cosa, son puntos de referencia que por mucho se busquen nunca se van a encontrar. Ilusiones ópticas que tan sólo sirven para delimitar los márgenes en los que en nunca se va luchar. Desgraciadamente, con frecuencia nos dejamos llevar (yo el primero) y tendemos a enfocarnos solo en aquellos aspectos que confirman nuestro juicio (o más bien prejuicio), ignorando de manera no necesariamente calculada todos aquellos que no encajan con la versión que queremos dar. Puestos a dar notas, hay películas que son simultáneamente un 3 y un 8, o un 4 y un 7. Y de nada sirven aquí las medias: pues un 3 y 8 solo es 5,5 matemáticamente.
Y digo todo esto precisamente porque The White Lotus bien podría merecer cualquier nota que a ustedes les apetezca dar. Por ejemplo, y sin tan siquiera salirnos del guion: por un lado tenemos su esquematismo, el diseño completamente mecánico y artificial de sus diálogos, y por el otro, más allá de las interpretaciones, el hecho de que esos mismos diálogos funcionan como un reloj. Tienen ritmo, tienen significado y están perfectamente implementados con el desarrollo de la trama.
Y lo mismo vale aquí con la puesta en escena, la banda sonora, las interpretaciones y otras tantas cosas más.
Desde el inicio llaman la atención esos tonos mates puestos en Hawái. Tan alejados de esa convección según la cual ese tipo de entornos tienen que estar en Technicolor, con cielos de acuarela, verdes exuberantes, playas de arena blanca y aguas color turquesa. Es una colorimetría que le quita con premeditación el glamur a lo que muestra, que deja aquello que enfoca inmediatamente obsoleto, que subraya que lo que estamos viendo tiene mucho más ver con la vulgaridad que con la suntuosidad. Es una fotografía fea, sin vida, sin contraste, llena de beige y aburrimiento. Y se corresponde al punto con la historia que nos van a contar.
La banda sonora, sutil, original, lubrica, pérfida, obscenamente sexual, me puso de los nervios desde el primer compás. Es música copulativa. Una película porno disfrazada de soundtrack (podría decirse que la serie es la cara amable del turismo sexual). Es tan directa, tan clara en su forma y en su fondo, que en realidad basta con escuchar la intro para saber de qué va todo lo demás.
Y quizá justo ése sea uno de los problemas de la serie. Que es un poco demasiado. Y que debido eso los personajes han de cojear todos del mismo píe para dar sentido a la trama. Y es que lo ricos pueden ser imbéciles, pero no necesariamente han de serlo todos. Y aún menos, todo el tiempo.
Se dirá que no es así. Que los adolescentes no son tan. Que los indígenas y los negros son buenas personas y todo lo demás. A lo cual me gustaría decir dos cosas. La primera de las cuales va más allá de esta serie.
Si bien los negros ya no son los sirvientes directos de los blancos, han pasado, curiosamente, ha ocupar el rol de criados de una manera indirecta: los negros están ahí para ayudar a los blancos justo cuando estos lo necesitan: son el amigo sabio, poderoso y benevolente que siempre está ahí para echarte una mano. Desde Morfeo hasta la masajista. No falla. Así que ya no es necesario que nadie les dé con un látigo en la espalda, ahora lo hace ellos por voluntad propia. Es la misma mierda de siempre envuelta en buen rollo y justicia social. Y lo mismo se puede decir de todo lo que huela a comunidad tribal. Porque el mensaje implícito, aquí de manera literal, es que, hasta que Magallanes y sus colegas comenzaran a hacer de las suyas, ellos eran unos seres simples, puros e inocentes que básicamente se pasaban el día bailando el Kumbaya.
Los jóvenes, sin embargo, ofrecen aquí una perspectiva más… interesante de la situación. Saben lo que hay. No creen en nada. Y pasan de todo. Son el contrapunto a la demencia de los adultos. Y sirven para ofrecer una trama que en ciertos momentos, y mediante las historias aparentemente más insignificantes, deja de lado un lado la sátira y la comedia para volverse más densa y oscura.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
De entrada, quiero felicitar al que tuvo la brillante idea de poner a Sidney Swenney leyendo una biografía de Nietzsche. En bikini. Eso es algo que da mucho que pensar. Sí, podrá estar muy. Pero, cuidado, no es un tontita más. Ella comprende. Y sabe perfectamente que nada de aquello es real o merece la pena. Lo cierto es que si esforzarse es inútil (especialmente en su caso) y lo que te rodea no es más que una farsa, una coartada con la que camuflar nuestros impulsos más primitivos, lo único que importa es quien jode más. Y en eso ella es una alumna aventajada. Machaca a sus padres. A su amiga. Al personal.
A su hermano lo manda a dormir fuera después de hacerle pasar un par de noches en la cocina. Él, un pajero enganchado a las nuevas tecnologías, no parece enterase de mucho, aún es demasiado pequeño, pero tiene la suficiente sensibilidad como para entender que lo que había estado haciendo hasta entonces no tenía mucho que ver con la vida. Que las notas, los estudios, el dinero y todas esas cositas no son más que parte de la película, de la coartada. Su propio padre, un Steve Zhan que clava cada escena, le dice que lo único que importa es ser el alfa para poder pisar a los demás.
Finalmente, la serie opta por la vía intermedia y las vacaciones concluyen con una especie de tregua a todas luces inestable. Todos ellos, bueno, no todos, seguirán haciendo exactamente lo mismo que estuvieran haciendo antes de embarcar. Y las vacaciones parecen no haber sido más que una pequeña fuga para golpear con más fuerza. Un paréntesis en las vidas de una serie de personas sin problemas reales seleccionado con la intención de viviseccionarlos con cariño para burlarse de sus miserias. Una Montaña Mágica actualizada, simplificada y esquemática que, a pesar de todo, ha sido construida con el suficiente mimo y atención al detalle para mostrar cosas significativas y relevantes, aunque no precisamente originales.
En fin. Teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto, esta serie es un 4 y un 9. Menos un punto para hacer gala de mi proverbial ecuanimidad. Mas dos extras porque la evolución hizo un trabajo verdaderamente excepcional.
A su hermano lo manda a dormir fuera después de hacerle pasar un par de noches en la cocina. Él, un pajero enganchado a las nuevas tecnologías, no parece enterase de mucho, aún es demasiado pequeño, pero tiene la suficiente sensibilidad como para entender que lo que había estado haciendo hasta entonces no tenía mucho que ver con la vida. Que las notas, los estudios, el dinero y todas esas cositas no son más que parte de la película, de la coartada. Su propio padre, un Steve Zhan que clava cada escena, le dice que lo único que importa es ser el alfa para poder pisar a los demás.
Finalmente, la serie opta por la vía intermedia y las vacaciones concluyen con una especie de tregua a todas luces inestable. Todos ellos, bueno, no todos, seguirán haciendo exactamente lo mismo que estuvieran haciendo antes de embarcar. Y las vacaciones parecen no haber sido más que una pequeña fuga para golpear con más fuerza. Un paréntesis en las vidas de una serie de personas sin problemas reales seleccionado con la intención de viviseccionarlos con cariño para burlarse de sus miserias. Una Montaña Mágica actualizada, simplificada y esquemática que, a pesar de todo, ha sido construida con el suficiente mimo y atención al detalle para mostrar cosas significativas y relevantes, aunque no precisamente originales.
En fin. Teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto, esta serie es un 4 y un 9. Menos un punto para hacer gala de mi proverbial ecuanimidad. Mas dos extras porque la evolución hizo un trabajo verdaderamente excepcional.