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España España · Zaragoza
Voto de Paco Ortega:
8
Comedia. Romance El abogado Fredrik Egerman (Gunnar Björnstrand) es un hombre maduro que vive una relación platónica con Anne (Ulla Jacobsson), su joven y virginal esposa. Henrik, hijo de un matrimonio anterior, persigue a Petra (Harriet Andersson), la doncella de la familia. Una actriz llamada Desiree (Eva Dahlbeck), antigua amante de Fredrik, está en la ciudad y él la visita, pero ahora ella tiene un nuevo amante, el Conde Malcom, casado con ... [+]
1 de mayo de 2009
36 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando nos encontramos ante una obra cinematográfica de la calidad y envergadura de la de Bergman, si uno de sus títulos no termina de convencernos, debemos dejar paso a la prudencia y pensar con cierta humildad: el problema no es de la película sino de quien la ve. En este caso, yo. Además, el autor no habla demasiado de ella en su libro autobiográfico. Tan solo dice que al terminar de rodarla se quedó literalmente en los huesos y tuvo que ser hospitalizado.

No sé. No entiendo exactamente el tono, la temperatura del humor, los cambios de registros. Hay momentos en que todo se ennegrece, y aparecen los personajes complejos y atormentados a que nos tiene acostumbrados el director. Son los mejores, con los primeros planos introspectivos, con ese buceo por el interior. Pero hay otros en los que el tono de parodia, de comedia ligera, no termina de ser convincente. Tanto en la situación en sí misma, como en el dibujo de los personajes, que no terminan de ser creíbles, a pesar del excepcional trabajo de los actores.

Y de la excepcional fotografía, del guión, de la puesta en escena. Todo ello, marca de la casa.

Sé que la película proviene de un montaje teatral de gran éxito que Bergman hizo, y que su propuesta es conseguir en la pantalla un resultado artístico similar. Conozco bien el texto de Shakespeare del que todo procede, y estas razones me despistan todavía más. Este “Shakespeare a la sueca” me resulta un poco lejano, lleno de lagunas y de puntos irreconocibles.

Con momentos memorables, como no podía ser de otra manera. Para mí es brillante el ejercicio durante los últimos treinta minutos, cuando ese aire incierto de inmoralidad y desenfreno impele a los personajes a precipitarse en su propio destino, en el que las piezas del puzzle comienzan a encajar: la fuga de la joven esposa, el brindis de la señora mayor, la ruleta rusa, con su final tragicómico, etc. Entonces hay teatro, puro teatro, dramatismo. Hasta esos momentos no sé exactamente lo que hay, además de minutos. En el “Séptimo sello” esas mezclas funcionaron a la perfección. Aquí, me atrevo a decir que no tanto.

Pero por si fuera poco, Woody Allen le rinde un bello homenaje, que me instala, todavía más, en la convicción de que el equivocado soy yo.
Paco Ortega
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