Con esta película se abrió un nuevo horizonte en la obra de Iquino que iba a consistir en tratar asuntos escabrosos con la máxima audacia y con pretensiones de denuncia social. En las películas de Iquino de los primeros años 70 aparece un erotismo suave y de doble sentido que iria subiendo de tono a medida que pasaba el tiempo hasta que paso a paso Iquino llegó directamente al cine erótico puro despojado de otros elementos que hasta cierto punto podian haber aliviado la ordinariez. En el caso presente nos encontramos a un Máximo Valverde absolutamente inverosímil en su personaje y haciendo gala de una notable inexpresividad. La película no tiene grandes virtudes pero tampoco tiene grandes defectos aunque se aplica a la historia un sistema narrativo atropellado y confuso que sin embargo llega a enganchar al espectador. La puesta en escena resulta igualmente atropellada pero hay escenas que están filmadas con cierta habilidad. En el reparto encontramos a Silvia Solar que fue una actriz muy habitual en las producciones del Iquino de esta época y que no fue demasiado bien aprovechada en el cine. Carmen de Lirio también habia demostrado tener una peculiar personalidad en anteriores producciones de Iquino. La cinta se resiente de la torpeza mostrada en la exposición de los distintos casos de aborto criminal pero se sobrelleva gracias al buen dominio técnico resultando en líneas generales una película que entra dentro de lo mejor que hay en la obra de Iquino.