El tal señor Nispel, tras realizar un triste remake de la matanza de Texas y una anodina revisitación del cuento de Frankenstein, se nos cuela esta vez en las pantallas con un refrito de innumerables películas, cuya base es un film noruego del año 87, del que ni siquiera se ha molestado en cambiar el nombre. Desde secuencias con tufo a Apocalypto, a escenas con regusto a 300, pasando incluso por la persecución en la nieve de Willow, el tipo no ha tenido ningún escrúpulo a la hora de copiar y pegar, como si de un Vito Corleone filmaffinitero se tratase.

Las interpretaciones son más planas que un desfile de bañadores en Miss España, y los personajes ni se desarrollan ni se describen en ningún momento, ahogados en infinitas lagunas argumentales. La ambientación y las localizaciones son lo único a destacar en positivo, aunque estan muy desaprovechadas por una dirección lamentable que abusa de los planos cortos, y por un cámara al que se ve que el frio le hacía tiritar, y no deja de temblequear en las escasas escenas de acción. Del vestuario mejor ni hablar, con esos vikingos híbridos entre Skeletor y Tino Casal en un concierto gótico.

Con muchos momentos de un aburrimiento soberano, repleta al máximo de estereotipos y fantasmadas, y con alguna escena de muchas risas involuntarias (eso de que al prota le curen un flechazo con un porro tiene cojones, y enormes), quizás sea del agrado de esos que van a los cines a merendar y decidír donde se van luego de fiesta, pero para el que ésto suscribe y para todo aquel que pretenda ver cine, ni que sólo sea por entretenerse, mejor que se ahorre el dinero de la entrada y las palomitas para cualquier otra cosa de más provecho, como pueda ser alquilar el film original que, aunque no lo he visto, es imposible que sea tan vacio y mal hecho como este absurdo videoclip.

Tan recomendable como acompañar una tapa de callos con un café con leche.