Un dibujante de comics, paradito y tontorrón, recibe la visita del amor de su vida, una chiquilla muy hermosa y tetuda (no deja de repetirlo el prota, y se mire como se mire es esencial), que le viene a joder con el cuento de que se va a casar con un tipo guaperas medio subnormal. Pero en el restaurante de ella, y mientras el tipo se va deprimiendo por su asqueroso futuro, se encuentran con unos yakuzas que le meten un tiro en todo el bullate. Diez minutos, y el prota game over.

Pero, tras engañar al mismísimo Dios, el tio regresa a la Tierra para cambiar por completo su vida, aunque se verá tragado por una ballena cual Jonás con ojos rasgados.
No van veinte minutos de peli, y ya ha pasado de todo y más. Como manda uno de los cánones del cine, que es explicar de manera clara muchas cosas en poco tiempo.

La animación es toda una pasada, con imágenes renderizadas mezcladas con fotogramas reales, animación tradicional, y escenas en 3D. El ritmo es vertiginoso (cómo me gusta poder poner esta palabra tan viejuna), y si bien a la mitad del metraje de la cinta la intensidad decae, es tan solo una preparación para el despiporre final (como es marca de la casa de cualquier producción oriental que se precie: llegará un momento en el que te duerma, para después despertarte de golpe y sin aviso).

Para aficionados al anime, ha de ser imprescindible. Para quien no lo sea, también.