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España España · Miranda de Ebro
Voto de Cocalisa:
8
Drama. Romance Lila tiene dieciséis años, ojos inocentes y belleza de ángel, así que cuando pregunta con vocecita suave: "¿Quieres mirar debajo de mi falda?", el efecto que causa es devastador: sensualidad con mayúsculas. Lila, que acaba de mudarse con su extraña tía a un barrio pobre de mayoría árabe, conoce a Chimo, un niño tranquilo y con talento literario. Chimo y Mouloud son los líderes de la banda local. Lila se dedica a jugar con Chimo, a ... [+]
20 de julio de 2007
25 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
La aparición fugaz en la primera secuencia de Lila dice de la cubierta de “L´avalée des avalés” -la mítica novela de Réjean Ducharme tan determinante en Léolo, obra maestra, hermosa y terrible a un tiempo de Lauzon- supone toda una declaración de motivos de este segundo largometraje del libanés Ziad Doueiri. “L´avalée...”, “Léolo”, “Lila...”..., la necesidad crucial de reinventarse para escapar de un entorno demoledor, para modificar los márgenes presuntamente ineludibles del destino. La reivindicación radical, en los tres títulos, de la palabra como elemento redentor.
Léolo -aquel chaval enfrascado en el desesperado intento de mantenerse alejado de la locura que destruye a cada miembro de su familia, a base de construir una biografía personal situada en las antípodas de la miseria, de la escatología asfixiante, del miedo- encontraba el primer escalón de la dificultosa rampa hacia una vida mejor en “L´avalée...”. Chimo, el coprotagonista de Lila dice, apunta también tácitamente, con ese mutismo que le caracterizará durante prácticamente toda la película, el potencial liberador del título del escritor franco-canadiense.
Si Léolo vive en los suburbios de Montreal, el mundo de Chimo, el joven árabe nacido en Francia, se encierra en un barrio marginal de Marsella, en uno de esos escenarios de la cólera vivida en Francia en los últimos meses: ya saben, enfrentamientos, fuego, destrucción y autodestrucción, reivindicación de un yo excluyente en la presunta cuna de la integración. Si Léolo encontraba su guía en “el domador de versos” -el personaje magnífico que rescataba de los contenedores de basura las palabras escritas, las imágenes capaces de transmitir ternura, conciencia, amor-, Chimo hallará ese aliado insólito en una bellísima adolescente, recién aterrizada en su mundo, acoquinado por un machismo rampante, por la zafiedad, por la fácil tentación de arrojar sobre los otros cualquier atisbo de responsabilidad.
Lila muestra su capacidad insólita de expresar su sexualidad, sus fantasías y fantasmas. Conoce la virtualidad liberadora del erotismo, el impacto de decir aquello que nadie dice, de establecer retos infinitamente más allá de los límites que dicta la moralina imperante no sólo, por supuesto, en la cultura islámica; de despertar en el otro la llama vivificante del deseo. “Me gusta tu mirada cuando te hablo”, terminará confesando a su elegido.
En su construcción de Lila dice, Doueiri introduce -como hacía en West Beirut, su opera prima- vivencias personales, recuerdos de juventud y la terca determinación de enfrentar una indomable vitalidad a la marea aparentemente irresistible de la barbarie.
¿No está Lila legitimada, como lo estaba Léolo, para declarar “porque sueño, no lo soy”?.
Cocalisa
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