Acercarse a la nueva película de Takashi Miike es siempre un reto para cualquier cinéfilo. El realizador japonés no suele seguir ninguna línea de trabajo definida, siendo capaz de alternar cine intimista como la brillante Bird People in China con obras de carácter más alocado, ejercicios bizarros en la línea de Visitor Q, de rendir un homenaje a la figura de los yakuza con la trilogía Dead or Alive e incluso dar su visión del western, como hizo con la ‘tarantiana’ Sukiyaki Western Django. El problema es que sus films son extremos: entras o no entras en su juego. En mi caso, me ha sido imposible acercarme a Yatterman. Me ha superado.

Su nuevo largometraje no está mal realizado, faltaría más. Con más de medio centenar de obras a sus espaldas Miike ha demostrado que sabe cómo rodar y aprovecharse de la falta de recursos con mucha imaginación. El problema de Yatterman es que es tan, tan friki, que lo que empieza siendo divertido pronto se convierte en cansino, un cóctel de excesos donde sí, hay buenos momentos, pero que en general no consigue que se simpatice con lo que propone. Tal cual nos la ofrece Miike, Yatterman podría ser una película de animación respetando absolutamente toda la historia: sería igual de estúpida, pero no cargaría tanto.

La sobreactuación de los actores, el bizarro argumento, los efectos especiales de mercadillo, aunque con encanto, son elementos que Miike aprovecha como bien puede para dar lugar a una cinta que rinde homenaje al anime de forma correcta, pero excesiva. "Speed Racer", estrenada el año pasado, lo hacía extremadamente mejor y además aportaba un argumento (horrible, eso sí) para justificar tanta luz y explosión de color. Aquí, Miike se dedica a filmar un anime con actores de carne y hueso. Uno malo, por que la historia es nefasta y ese humor típicamente nipón nunca acaba de funcionar del todo.

Yatterman no es una película nula, simplemente requiere que se entre o no en ella. Que se consiga simpatizar con su propuesta, algo que yo haría de buena gana si no me pareciese bastante fría y distante, al margen de que no es especialmente divertida. No está mal hecha, pero más allá de su pirotecnia visual es una mierda.