La BBC se impone en un momento en el que la HBO parece tener el toro cogido por los cuernos: su “Juego de tronos” ha marcado records históricos de audiencia y sus miniseries y telefilmes, como la fantástica “Mildred Pierce” de Todd Haynes, están tan empapados de cine de verdad que convierten casi todo lo que se estrena en pantalla grande en obras de relleno, casi de trámite, a la espera de nuevo material surgido de la cadena. Pero “Women in Love” no sale de la productora norteamericana (aunque por calidad, podría) sino de la británica. Perdidamente ‘british’, se trata de un melodrama de época de apenas dos episodios de noventa minutos cada uno, tres horas de buen cine romántico, nada empalagoso (lo cual es casi un milagro), con una perfección técnica que rara vez se ha visto (al menos, yo) en televisión, escondiendo bajo una apariencia sencilla un oficio sin igual. Miranda Bowen, su responsable, desde luego no tiene nada que envidiar a realizadoras con más solera como Jane Campion.

“Women in Love” adapta dos novelas de D.H. Lawrence y sigue la historia de dos hermanas: una está prometida, otra busca sensaciones nuevas, no quedarse ancladas en los convencionalismos. En el primer episodio se nos muestran sus primeras conquistas al tiempo que descubrimos a sus familiares y a dos personajes, un párroco y su amigo, que en el segundo episodio serán tan importantes como las hermanas. La narración no es líneal entre episodios (parece que cuenten sólo dos episodios en la vida del cuarteto, sin necesidad), pero todo funciona de maravilla gracias a un reparto soberbio, entregado a la causa, que levanta sin esfuerzo una historia que en otras manos se habría quedado en poca cosa pero que gracias a la dirección de Bowen (con algún toque al estilo Malick) y una maravillosa fotografía de George Steel, se transforma en algo especial, casi mágico, de una arrebatadora belleza incluso en los momentos más tristes.

La BBC se suma un tanto con su “Women in Love”, una miniserie que merece muchísimo la pena y que ayuda a descubrir hasta qué punto se ha infrautilizado a actores de raza como Rory Kinnear, Rachael Stirling o la bellísima Rosamund Pike. Para degustarla en la mejor –y mayor- pantalla posible. Un lujo.