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Voto de karwai:
8
6,5
309
Drama
En los años sesenta, con el apoyo del gobierno, muchas familias abandonaron las ciudades chinas para establecerse en las zonas más desfavorecidas del país e impulsar el desarrollo de la industria local. Quinhong tiene diecinueve años y vive en la provincia de Guizhou con sus padres y su hermano. Ese lugar la ha visto nacer, es donde viven sus amistades y ahí ha experimentado el amor por primera vez, pero su padre está convencido que el ... [+]
29 de enero de 2009
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues eso.
Hay días en que uno está de vuelta de todo, sin ganas de hacer nada.
Días en los que uno no encuentra motivos para levantarse de la cama.
Días en los que los quehaceres diarios cuestan Dios y ayuda.
Días en los que la única sensación que tienes es la de miedo; miedo al presente y al futuro.
Días en los que la única palabra que te viene a la mente es: soledad.
Días en los que es más fácil llorar que reír.
Días en los que, parafraseando un poco a César Vallejo, parece que el mundo está enfermo.
Días en los que te da por pensar, qué motivos llevaron a tu novia a dejarte tirado como a un perro.
Días en los que te dan ganas de bajarte los pantalones y suplicarle otra oportunidad.
Hoy ha sido un día como esos, hasta que he visto esta película de Wang Xiaoshuai, y he recobrado el vitalismo necesario, para, por de pronto, volver a escribir críticas.
Porque películas como éstas, son las que hacen del cine algo maravilloso, algo que te impulsa a levantarte, trabajar, sentirte acompañado, reír y tirar para adelante.
¡Qué grande es el cine!
Hay días en que uno está de vuelta de todo, sin ganas de hacer nada.
Días en los que uno no encuentra motivos para levantarse de la cama.
Días en los que los quehaceres diarios cuestan Dios y ayuda.
Días en los que la única sensación que tienes es la de miedo; miedo al presente y al futuro.
Días en los que la única palabra que te viene a la mente es: soledad.
Días en los que es más fácil llorar que reír.
Días en los que, parafraseando un poco a César Vallejo, parece que el mundo está enfermo.
Días en los que te da por pensar, qué motivos llevaron a tu novia a dejarte tirado como a un perro.
Días en los que te dan ganas de bajarte los pantalones y suplicarle otra oportunidad.
Hoy ha sido un día como esos, hasta que he visto esta película de Wang Xiaoshuai, y he recobrado el vitalismo necesario, para, por de pronto, volver a escribir críticas.
Porque películas como éstas, son las que hacen del cine algo maravilloso, algo que te impulsa a levantarte, trabajar, sentirte acompañado, reír y tirar para adelante.
¡Qué grande es el cine!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Y qué película tan dura. Pero dura, dura, sin concesiones de ningún tipo. El dolor, la angustia, la desesperanza se plasmaban en cada plano. Nos embargaba una desazón tremenda y no podíamos sino compadecer a todos y cada uno de los que aparecían en pantalla.
El padre, con el terrible peso de la responsabilidad de haber destrozado a la familia con el éxodo al interior, más luego la violación de su hija.
La madre, con su incapacidad de plantar cara a su marido y ver cómo se van rompiendo de una manera inexorable los lazos de unión con su hija.
La hija, en una emocionantísima actuación de Gao Yuanyuan, con sus deseos siempre frustrados por la irracional y férrea disciplina de su padre, o el acabose ya, al ser violada.
El hermano, por ver como un ser cándido e inocente, se ve envuelto en tamañas desgracias.
La amiga, por ver su amor frustrado.
El amante de la hija, por ver la imposibilidad de ser correspondido, y explotar de esa forma irracional.
El amante de la amiga, por enamorarse de veras, y en lugar de sentar la cabeza, se ve obligado a casarse con otra, sin posibilidad pues de redimirse de errores pasados.
Dónde está aquí la luz, dónde la esperanza... sin duda que en esos sueños que tiene, primero el padre, de Shanghai, y más adelante el resto de la familia.
Sueños que también tenemos los espectadores, que deseamos ansiosos que el coche desaparezca del plano, para así cruzar los dedos y desear que lleguen todos a su destino y ya, de una vez, esta familia pueda partir de cero.
Que no se me olvide. Mientras la gente abandonaba a toda prisa la filmoteca (doy mi palabra de que no había saltado la alarma de incendios) y uno está asimilando todo esto, tratando de encajar semejante puñetazo al estómago, me tocan el hombro y, con una cara entre asombro e incredulidad me vuelvo y contemplo a una señora de mediana edad que me pregunta en tono ufano: ¿qué, te quedas a la próxima sesión? Dos segundos he estado entre alucinando, maldiciendo para acabar soltando de un modo tajante y desagradabilísimo : ¡NO!.
Gente así (ha estado riéndose gran parte del metraje) no merecen más que un NO por respuesta a todo lo que pregunten. Casi logra sacarme de la ensoñación en la que estaba absorto; por suerte me ha venido a la mente la escena del padre gritándole a su mujer con la voz entrecortada que habían tirado diez años de su vida y no estaba dispuesto a que sus hijos pasaron por lo mismo. En seguida, volvía a palparme el estómago y el nudo estaba ahí, intacto.
El padre, con el terrible peso de la responsabilidad de haber destrozado a la familia con el éxodo al interior, más luego la violación de su hija.
La madre, con su incapacidad de plantar cara a su marido y ver cómo se van rompiendo de una manera inexorable los lazos de unión con su hija.
La hija, en una emocionantísima actuación de Gao Yuanyuan, con sus deseos siempre frustrados por la irracional y férrea disciplina de su padre, o el acabose ya, al ser violada.
El hermano, por ver como un ser cándido e inocente, se ve envuelto en tamañas desgracias.
La amiga, por ver su amor frustrado.
El amante de la hija, por ver la imposibilidad de ser correspondido, y explotar de esa forma irracional.
El amante de la amiga, por enamorarse de veras, y en lugar de sentar la cabeza, se ve obligado a casarse con otra, sin posibilidad pues de redimirse de errores pasados.
Dónde está aquí la luz, dónde la esperanza... sin duda que en esos sueños que tiene, primero el padre, de Shanghai, y más adelante el resto de la familia.
Sueños que también tenemos los espectadores, que deseamos ansiosos que el coche desaparezca del plano, para así cruzar los dedos y desear que lleguen todos a su destino y ya, de una vez, esta familia pueda partir de cero.
Que no se me olvide. Mientras la gente abandonaba a toda prisa la filmoteca (doy mi palabra de que no había saltado la alarma de incendios) y uno está asimilando todo esto, tratando de encajar semejante puñetazo al estómago, me tocan el hombro y, con una cara entre asombro e incredulidad me vuelvo y contemplo a una señora de mediana edad que me pregunta en tono ufano: ¿qué, te quedas a la próxima sesión? Dos segundos he estado entre alucinando, maldiciendo para acabar soltando de un modo tajante y desagradabilísimo : ¡NO!.
Gente así (ha estado riéndose gran parte del metraje) no merecen más que un NO por respuesta a todo lo que pregunten. Casi logra sacarme de la ensoñación en la que estaba absorto; por suerte me ha venido a la mente la escena del padre gritándole a su mujer con la voz entrecortada que habían tirado diez años de su vida y no estaba dispuesto a que sus hijos pasaron por lo mismo. En seguida, volvía a palparme el estómago y el nudo estaba ahí, intacto.