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Voto de Estepario:
8
7,3
4.473
Drama
Aydin, un actor jubilado, dirige un hotelito en Anatolia central con la ayuda de su joven esposa, de la que está muy distanciado, y de su hermana, una mujer triste porque se acaba de divorciar. En invierno, a medida que la nieve va cubriendo la estepa, el hotel se convierte en su refugio y en el escenario de su aflicción. (FILMAFFINITY)
29 de diciembre de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ceylan nos regala la que es, quizás, su película más literaria. En mi opinión, los diálogos han sido siempre pieza fundamental de su cine, aunque considero que sus otras realizaciones pueden categorizarse bajo otro eje principal. Pero aquí la premisa es directa: Ceylan nos quiere narrar, en más de tres horas, una novela visual, donde la hermosa imagen se funde con la profundidad y complejidad del diálogo. El resultado es una obra sumamente densa, reflexiva, cuya total dimensión artística sólo puede ser apreciada, creo yo, luego de varios visionados.
¿Qué es entonces lo que Ceylan nos propone en su más de tres horas de diálogos? "Trato de comprender el alma humana" nos dice en una entrevista acerca de esta película. Y entiéndase aquí como alma humana la exploración de sus acciones, sus deseos, y, sobre todo, de cómo nuestras vivencias, nuestro pasado y nuestras huellas nos condicionan en lo que, fuera de las máscaras, realmente somos. Como una obra Shakesperiana, o al mejor estilo de Chéjov (gran influencia del director), estas cuestiones se exploran bajo las miradas de sus personajes. Los partícipes no hacen a la historia, como meras marionetas del guión; ellos son la historia bajo la cual se desarrolla la trama. Por ello considero que un análisis de ésta sólo puede hacerse a través de ellos y no de la trama en sí. Y a pesar de que cada personaje en la obra tiene un papel fundamental, en Aydin y Nihal percibimos el desarrollo principal de aquello que el director nos quiere contar.
En Aydin vemos, en sentido general, la necesidad del hombre, quizás en su forma más pura. En la que las preocupaciones provienen de las relaciones y de cómo obtener de ellas lo que más anhelamos por dentro. Aydin no debe preocuparse de cosas que para otros son cuestiones de vida o muerte, tales como el dinero (léase Ismail y Hamdi), el trabajo o la salud. Sus dilemas nacen sólo de lo que hay dentro de él. Pasa el tiempo escribiendo libros y ensayos para un diario local. Habla con su vida, con su experiencia, pero también con sus ideas. Es un idealista antes que un realista, anteponiendo la palabra a la acción. Su cónyuge, Nihal, es un antídoto de receta ante la soledad. En cierta manera Aydin lleva bien adentro un poco de todos los hombres: la necesidad pura de saciar nuestra soledad, el frio de la soledad; el pasado perdido, consumado, del cual a veces sólo nos queda recordarlo para lamentarnos que ya no está; y quizás nos representa en lo más puro: la necesidad de hacer algo, de matar el tiempo, de asentarnos y de alguna manera aceptar que esto es lo que somos y lo que tenemos, que quizás ello es lo mejor que podemos hacer y resignarnos a seguir así. Aún cuando sabemos que no es ideal, que no representa lo que hubiésemos querido, o anhelamos llegar.
Por su parte, en Nihal se plasman el remordimiento, la culpa y la conciencia. La noción reafirmada una vez más de que, aunque el presente no es ni por cerca lo que uno desearía, es en cierta forma lo mejor que uno puede anhelar. Nihal debe resignarse a jugar las cartas que les tocaron. Sin embargo, eso no quita que deban se jugadas con buena cara. No esconde su temperamento ni su estado de ánimo, más bien los deja bien en claro. Que se noten es justamente la intención. Y lo hace porque entiende que, al igual que ella, Aydin no se opondrá pues sus cartas también son las únicas. Curiosamente, en esta química aberrante se yuxtaponen distintas necesidad para mantener el matrimonio. En Aydin, como dijimos, la necesidad pura del hombre de saciar la soledad; en Nihal, la necesidad es más bien económica, en el sentido de no contar con mejor respaldo para vivir que el que puede obtener de Aydin. El uno sin el otro está vacío, pero las razones son distintas. La voluntad de reafirmarse como individuos está impuesta tanto por las propias necesidades, como también por las del entorno. Las cadenas de su entorno entonces modelan las necesidades puras de Nihal. Quiere ayudar a los que no tienen, pues ve en ellos su verdadero destino. Sacia así su conciencia, de su remordimiento, entregándose a aquellos damnificados.
[Sigue en spoiler por falta de espacio; no hay spoiler en esta película]
¿Qué es entonces lo que Ceylan nos propone en su más de tres horas de diálogos? "Trato de comprender el alma humana" nos dice en una entrevista acerca de esta película. Y entiéndase aquí como alma humana la exploración de sus acciones, sus deseos, y, sobre todo, de cómo nuestras vivencias, nuestro pasado y nuestras huellas nos condicionan en lo que, fuera de las máscaras, realmente somos. Como una obra Shakesperiana, o al mejor estilo de Chéjov (gran influencia del director), estas cuestiones se exploran bajo las miradas de sus personajes. Los partícipes no hacen a la historia, como meras marionetas del guión; ellos son la historia bajo la cual se desarrolla la trama. Por ello considero que un análisis de ésta sólo puede hacerse a través de ellos y no de la trama en sí. Y a pesar de que cada personaje en la obra tiene un papel fundamental, en Aydin y Nihal percibimos el desarrollo principal de aquello que el director nos quiere contar.
En Aydin vemos, en sentido general, la necesidad del hombre, quizás en su forma más pura. En la que las preocupaciones provienen de las relaciones y de cómo obtener de ellas lo que más anhelamos por dentro. Aydin no debe preocuparse de cosas que para otros son cuestiones de vida o muerte, tales como el dinero (léase Ismail y Hamdi), el trabajo o la salud. Sus dilemas nacen sólo de lo que hay dentro de él. Pasa el tiempo escribiendo libros y ensayos para un diario local. Habla con su vida, con su experiencia, pero también con sus ideas. Es un idealista antes que un realista, anteponiendo la palabra a la acción. Su cónyuge, Nihal, es un antídoto de receta ante la soledad. En cierta manera Aydin lleva bien adentro un poco de todos los hombres: la necesidad pura de saciar nuestra soledad, el frio de la soledad; el pasado perdido, consumado, del cual a veces sólo nos queda recordarlo para lamentarnos que ya no está; y quizás nos representa en lo más puro: la necesidad de hacer algo, de matar el tiempo, de asentarnos y de alguna manera aceptar que esto es lo que somos y lo que tenemos, que quizás ello es lo mejor que podemos hacer y resignarnos a seguir así. Aún cuando sabemos que no es ideal, que no representa lo que hubiésemos querido, o anhelamos llegar.
Por su parte, en Nihal se plasman el remordimiento, la culpa y la conciencia. La noción reafirmada una vez más de que, aunque el presente no es ni por cerca lo que uno desearía, es en cierta forma lo mejor que uno puede anhelar. Nihal debe resignarse a jugar las cartas que les tocaron. Sin embargo, eso no quita que deban se jugadas con buena cara. No esconde su temperamento ni su estado de ánimo, más bien los deja bien en claro. Que se noten es justamente la intención. Y lo hace porque entiende que, al igual que ella, Aydin no se opondrá pues sus cartas también son las únicas. Curiosamente, en esta química aberrante se yuxtaponen distintas necesidad para mantener el matrimonio. En Aydin, como dijimos, la necesidad pura del hombre de saciar la soledad; en Nihal, la necesidad es más bien económica, en el sentido de no contar con mejor respaldo para vivir que el que puede obtener de Aydin. El uno sin el otro está vacío, pero las razones son distintas. La voluntad de reafirmarse como individuos está impuesta tanto por las propias necesidades, como también por las del entorno. Las cadenas de su entorno entonces modelan las necesidades puras de Nihal. Quiere ayudar a los que no tienen, pues ve en ellos su verdadero destino. Sacia así su conciencia, de su remordimiento, entregándose a aquellos damnificados.
[Sigue en spoiler por falta de espacio; no hay spoiler en esta película]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El delineamiento de cada personaje es, por supuesto, mucho más profundo de lo que estas líneas personales puedan describir. Ceylan, con su usual maestría, juega con ellos, interrelacionándolos, mezclando uno con otro sus deseos, anhelos, necesidades. Es especialmente relevante el papel de la hermana de Aydin. Divorciada recientemente, vuelve al hotel con Aydin pero sin sentirse nunca en casa. Siente un peso dentro suyo por su ex marido, por su destino, y por si podría haberlo ayudado. Se siente frustrada e incapaz de hacer algo útil. En la genial escena que discute con Aydin sobre sus ensayos vemos cómo muchas veces proyectamos nuestros propios fracasos hacia los demás, en pos de hacernos sentir menos miserables. Despreciamos entonces al otro para que corra nuestra misma suerte; y muchas veces lo hacemos sin darnos cuenta, como una forma de autodefensa ante nuestras propias debilidades. De alguna manera deseamos que al otro le vaya mal como a nosotros, y entonces encontramos pretextos para que así lo sienta. Y no sólo en lo hablado, pues el silencio juega tanto como las palabras.
En esta belleza visual literaria, Ceylan explora lo que llevamos bien adentro. Nos explora, nos desmonta y nos conmueve. Cada persona es, ciertamente, un mundo, pero creo que hay ciertos deseos o necesidades generales que nos llevan o arrastran en esta vida. Necesidades totalmente condicionadas por nuestro entorno, nuestro temperamento, nuestros genes, y quizás fundamentalmente, nuestra suerte. La naturaleza humana ha sido siempre, para mí, un tema apasionante. Se encuentra, esencialmente, detrás de cada accionar que tomamos. Siempre, muchas veces sin saberlo, estamos guiados por algo, por alguna necesidad, intrínseca o extrínseca. Ahondar en ellas es siempre un viaje complejo, tan apasionante como doloroso pueda ser. Disecciona lo que queremos y verás lo que somos.
Notas anecdóticas finales:
• La escena inicial de un grupo de personas en lo alto de un monte me recuerda la escena final de 'El séptimo sello' de Bergman. Un homenaje, en todo caso, más que justificado, puesto que la influencia de este director en Ceylan se hace más patente que nunca en 'Sueño de invierno', obra fundamentalmente basada en el diálogo.
• No puedo dejar de mencionar los perros, los ladridos de perros de Ceylan (que en esta obra se puede escullar en la escena final). En mi opinión, uno sus sellos más bonitos. Es el sonido de la vida, de la naturalidad. Es el agua de Tarkosvky, aunque más lindo para mi paladar. En los ladridos siempre recuerdo la vida y su transcurso. Que hay muchas más cosas ahí afuera que también existen, viven y luchan, más allá de nuestros insignificantes problemas.
En esta belleza visual literaria, Ceylan explora lo que llevamos bien adentro. Nos explora, nos desmonta y nos conmueve. Cada persona es, ciertamente, un mundo, pero creo que hay ciertos deseos o necesidades generales que nos llevan o arrastran en esta vida. Necesidades totalmente condicionadas por nuestro entorno, nuestro temperamento, nuestros genes, y quizás fundamentalmente, nuestra suerte. La naturaleza humana ha sido siempre, para mí, un tema apasionante. Se encuentra, esencialmente, detrás de cada accionar que tomamos. Siempre, muchas veces sin saberlo, estamos guiados por algo, por alguna necesidad, intrínseca o extrínseca. Ahondar en ellas es siempre un viaje complejo, tan apasionante como doloroso pueda ser. Disecciona lo que queremos y verás lo que somos.
Notas anecdóticas finales:
• La escena inicial de un grupo de personas en lo alto de un monte me recuerda la escena final de 'El séptimo sello' de Bergman. Un homenaje, en todo caso, más que justificado, puesto que la influencia de este director en Ceylan se hace más patente que nunca en 'Sueño de invierno', obra fundamentalmente basada en el diálogo.
• No puedo dejar de mencionar los perros, los ladridos de perros de Ceylan (que en esta obra se puede escullar en la escena final). En mi opinión, uno sus sellos más bonitos. Es el sonido de la vida, de la naturalidad. Es el agua de Tarkosvky, aunque más lindo para mi paladar. En los ladridos siempre recuerdo la vida y su transcurso. Que hay muchas más cosas ahí afuera que también existen, viven y luchan, más allá de nuestros insignificantes problemas.