"Wild Man Blues" podría haber sido más fiel al espíritu de las "jam sessions" de la banda de Allen y a los ritmos populares de Nueva Orleans, pero también hubiera sido más aburrida.
Esto es cierto, me considero un buen amante del blues y del jazz, conocedor de las distintas vertientes y de sus principales interpretes, pero cuando digo que el documental "Wild Man Blues" podría haber sido más indigesto, me refiero a que no se limita a presentarnos la gira de una banda por distintos lugares, se trata de una banda liderada por uno de los directores de cine más importantes de la historia del séptimo arte. Esto es así, señoras y señores, se trata nada más y nada menos que de MORBO.
No vemos la película por ver tocar al grupo, sino por acercarnos a la figura de Allen, ver sus rarezas de hipocondriaco, sus gustos, sus disgustos (por cierto, no le gusta mucho la tortilla de patatas..., peor para él, a mí tampoco me gustan sus gafas de pasta...), su vida íntima de pareja (sí, con la hijastra que tiene en común con Mia Farrow)...

Reconozcámoslo o no, todos tenemos algo de verdulera, nos interesa saber acerca de la vida de los demás y si es famoso mejor todavía. En resumen, un documental diferente, interesante, pero para nada imprescindible.

Lo mejor: Ver a Allen tocando el clarinete. Bueno, venga..., de verdad, indagar en sus costumbres diarias, verlo hablar con Soon-yi (o como se llame) y no verlo hacer otras cosas (menos mal, qué horror!!!).

Lo peor: Que se nos vende como un documental valiosísimo para los seguidores de Woody Allen, cuando realmente interesará a todos menos a sus fans más acérrimos.