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Voto de Maldito Bastardo:
7
2011
Farhad Safinia (Creador), Gus Van Sant ...
7,4
1.863
Serie de TV. Drama
Serie de TV (2011-2012). 2 temporadas. 18 episodios. Tom Kane, el eficaz alcalde de Chicago, se siente como una araña en el centro de su telaraña de poder. Una telaraña basada en un pacto con los ciudadanos. En definitiva, ellos quieren ser liderados y que les resuelvan problemas tales como conseguir un puesto de trabajo. La moralidad de los medios no les preocupa en absoluto. Pero resulta que Kane sufre un desorden cerebral ... [+]
18 de noviembre de 2011
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
El apellido Kane del protagonista tal vez no sea casualidad frente a un enlace sobre el poder absoluto en la vida, milagros y obra de Charles Foster Kane y al mismo tiempo ese desenlace mutuo como estar desposeído del secreto de la felicidad. “Boss” es lo mejor que ha hecho Kelsey Grammer en la pequeña (y gran pantalla) desde “Fraiser”. Retrata la caída y decadencia personal, física y mental, del alcalde de Chicago. Su poder es, al parecer, su único consuelo personal: tiene una hija con la que apenas se relaciona, una mujer que es simple consorte publicitario y conveniencia y ahora es víctima de una enfermedad degenerativa, su creciente tara, que debe mantener en el más absoluto secreto de amigos y enemigos para no caer de su trono inmediatamente.
La ficción americana parece querer llevar a sus personajes a extremos (emocionales) terminales. “The Boss” podría entenderse como uno de los múltiples hijos bastardos que están por llegar de “Breking Bad” aunque en España podríamos buscar parecidos razonables en el esquema que mostraba “Crematorio”. No es que la corrupción envuelva la vida política de Tom Kane tan brutalmente como la de un empresario como Rubén Bertomeu aunque en ambos el fin justifica los medios. Los títulos de crédito con el tema de Robert Plant ‘Satan, Your Kingdom Must Come Down’ parecen jugar con una estética seria y un delineado indie y más al constar en ellos Gus Van Sant de productor.
Tal vez la lectura que nos ofrezca “Boss” sea la de una metáfora sobre el mundo actual, entendiendo la serie como esa política enferma y palpitante que agoniza en secreto su futura desaparición. Los reinos y caballos podrían estar emparentados con “Ricardo III” de William Shakespeare aunque también “La locura del rey Jorge” podría expresar las explosiones y desvaríos de su protagonista.
De “Boss” me gusta su presentación y mucho el uso de los primeros y primerísimos planos, los encuadres y la percepción del detalle… pero por otro lado al intentar utilizar el montaje, la cámara lenta y esos recursos anteriores sobre las secuencias de sexo todo me recuerda a un anuncio de condones para ejecutivos. Y, por supuesto, no falta el cliché del periodista-que-busca-la-verdad como dicotomía moral que inspeccione los resortes de corrupción para generar suspense. Son lastres que no empañan el resultado final de estar frente a una serie que quiere vivir, como su protagonista, su particular día-a-día antes de perderse en la memoria. Porque aquí los personajes viven atrapados en una mentira, en su propia tela de araña, en un crematorio político del que tan sólo podrán acabar hechos cenizas.
[En el spoiler algo sobre Kitty]
La ficción americana parece querer llevar a sus personajes a extremos (emocionales) terminales. “The Boss” podría entenderse como uno de los múltiples hijos bastardos que están por llegar de “Breking Bad” aunque en España podríamos buscar parecidos razonables en el esquema que mostraba “Crematorio”. No es que la corrupción envuelva la vida política de Tom Kane tan brutalmente como la de un empresario como Rubén Bertomeu aunque en ambos el fin justifica los medios. Los títulos de crédito con el tema de Robert Plant ‘Satan, Your Kingdom Must Come Down’ parecen jugar con una estética seria y un delineado indie y más al constar en ellos Gus Van Sant de productor.
Tal vez la lectura que nos ofrezca “Boss” sea la de una metáfora sobre el mundo actual, entendiendo la serie como esa política enferma y palpitante que agoniza en secreto su futura desaparición. Los reinos y caballos podrían estar emparentados con “Ricardo III” de William Shakespeare aunque también “La locura del rey Jorge” podría expresar las explosiones y desvaríos de su protagonista.
De “Boss” me gusta su presentación y mucho el uso de los primeros y primerísimos planos, los encuadres y la percepción del detalle… pero por otro lado al intentar utilizar el montaje, la cámara lenta y esos recursos anteriores sobre las secuencias de sexo todo me recuerda a un anuncio de condones para ejecutivos. Y, por supuesto, no falta el cliché del periodista-que-busca-la-verdad como dicotomía moral que inspeccione los resortes de corrupción para generar suspense. Son lastres que no empañan el resultado final de estar frente a una serie que quiere vivir, como su protagonista, su particular día-a-día antes de perderse en la memoria. Porque aquí los personajes viven atrapados en una mentira, en su propia tela de araña, en un crematorio político del que tan sólo podrán acabar hechos cenizas.
[En el spoiler algo sobre Kitty]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Lo mejor del show (una vertiente más ácida y cómica sería recomendable entre tanta sordidez) son los papeles de los asistentes y asesores de Tom Kane. Son, por supuesto, los que manejan todo el cotarro. Uno lo interpreta Martin Donovan que fue nuestro inolvidable Matthew Slaughter de la bellísima “Trust” de Hal Hartley y la otra es encarnada por la también bellísima Kathleen Robertson que ha preferido ocultar su personaje con unas gafas de pasta gruesa para hacerse la listilla. Y realmente lo es, aunque se llame Kitty. Puede recordar al de esa asesora política en “The Wire” y aquí es capaz de utilizar a futuros gobernadores como objetos sexuales de usar y tirar y por supuesto darnos lecciones de ligue. Después de despachar políticamente a su maestro en la barra de un bar es asediada por el guaperas de turno que la invita a una copa con cierta retórica. No cuela. Ella primero le mira directamente a los ojos y, sin cortarse ni pestañear, le mete la mano dentro de la cremallera para ver la materia prima. Su siguiente frase, mientras recoge el bolso de la barra y se levanta es: «Bien, vamos». Las rubias en el Siglo XXI han dejado de ser tontas.