"Junebug" puede parecer a primera vista el típico filme independiente al utilizar el recurso de una reunión familiar y el retrato de un pueblo de la América profunda.
Tiene otros valores y méritos. Para empezar las interpretaciones que componen esa familia necesitada de una catarsis que tal vez nunca se produzca, con una Amy Adams en un pequeño estado de gracia y con nominación al Oscar.

Basada en una obra de teatro, "Junebug" se adentra en el viaje interior y exterior de una pareja que visita a la familia del novio, George (Alessandro Nivola). Por el contrario su mujer, Madeleine (Embeth Davidtz), una sofisticada galerista, quiere aprovechar la visita para "fichar" a un estrambótico artista. La recepción por parte de la familia es diversa, desde la indiferencia y frialdad hasta la devoción. Madeleine también empieza a conocer bastantes cosas que desconocía de su pareja.

Phil Morrison busca el contraste entre el tranquilo y calmado paisaje que rodea la casa con las cosas que se callan y guardan los personajes. El guión de Angus MacLachlan prefiere el uso de la imagen a través de acciones que de diálogos potenciando el subtexto de la historia. También contrastan con el tono del resto del filme las "obras" pictóricas del artista. Dignas de alabanza o asesinato.

Película de realismo y emociones condesadas. De silencios y gestos. "Junebug" es una interesante y costumbrista historia familiar, que aunque le cueste arrancar se sigue con interés. Se puede visionar también como la versión independiente y rural de "Los padres de él".

Aunque “Junebug” no me ha emocionado, habrá que seguir la pista a Phil Morrison, director de videoclips de grupos indies como Lemonheads, Yo La Tengo o Sonic Youth, en sus nuevas aventuras en forma de largometraje.