Frank Sinatra produce e interpreta esta curiosa intriga de guerra fría de argumento algo rebuscado basado en una novela de éxito de Francis Clifford.

Está rodada de modo muy particular, con encuadres rebuscados y rostros en primerísimo plano, para sugerir más que conseguir un tono asfixiante acorde con esta historia de intriga: un contraespía vuelve a Moscú y el Servicio Secreto británico necesita eliminarlo para evitar que de informaciones comprometedoras al otro lado del telón. Sam Laker (Frank Sinatra), viudo y con un hijo, un antiguo combatiente de la segunda guerra mundial, es el hombre elegido para dicha misión, sin saber que se está metiendo en una complicada trama en el que su hijo será secuestrado.

Desarrollada en diversos escenarios –al uso de las pelis de espías- como Londres, Leipzig o Copenhague, es una muy negra visión de los servicios secretos, en especial el británico, pero lastrada por un desarrollo demasiado previsible. La presencia de Sinatra, qué duda cabe, engrandece la película con un solvente trabajo de sufrido padre, pero el desastroso y abrupto final estropea sin remedio lo que podría haber sido una decente película de espías.