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España España · Oviedo
Voto de Gould:
7
Cine negro. Drama Una mujer se casa con un hombre viudo, bastante mayor que ella. Pronto él advertirá que la mujer lo ha hecho más por interés que otra cosa. (FILMAFFINITY)
24 de marzo de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hugo Hass fue un realizador checo de origen judío que emigró a EEUU en 1939 huyendo de los nazis, donde trabajó como actor y director en películas de bajo presupuesto. Famoso en su país de origen por su labor teatral y cinematográfica en Brno –su ciudad natal- y en Praga, su padre y su hermano, el conocido compositor Pavel Hass, murieron en Auschwitz.

Hasta 1951 no pudo llevar a cabo su primer proyecto como director en EEUU –la película que nos ocupa- tras la larga y sombría noche de su ausencia desde que rodara en 1937, en su Checoslovaquia natal, “Bílá nemoc” (La enfermedad blanca) una evidente parábola sobre el nazismo que obligaría al autor a salir escopetado poco después para evitar caer en las garras de la Gestapo.

Hass nunca pudo contar con presupuestos holgados, pero sabía moverse como pez en el agua en producciones de serie B que guionizaba, producía y dirigía. En este caso el guión, escrito junto a Arnold Phillips, se basa en una novela del desconocido novelista checo Joseph Kopta publicada en 1926, sobre un viudo trabajador del ferrocarril, el señor Horak, que en una feria conoce a una despampanante joven.

Ya desde esta su primera realización americana Hass expone algunos de los principales temas y obsesiones de su filmografía, toda ella recorrida por un componente misógino en el que la mujer es la causa de la perdición de los hombres. Sus retratos femeninos abundan en mujeres víctimas de la vida que las termina por convertir en arpías desalmadas que buscan aprovecharse de la ingenuidad y estupidez masculina.

Aunque Hass puliría con rapidez su estilo la película adolece a ratos de una cierta tosquedad argumental y de unos personajes demasiado planos, sin excesivos claroscuros. Pese a ser algo previsible y recorrida por un fatalismo, también siempre presente en su cine, cuenta con momentos de gran brillantez -como la escena del beso en la que ella limpia la manzana, modelo de economía narrativa a la que Hass tan bien supo adaptarse- y destacan las magníficas elipsis -como el salto que nos transporta directamente a la boda-, por no hablar del permanente aire malsano que recorre toda la película, acentuado por la magnífica composición, casi aterradora, de Beverly Michaels –junto a Cleo Moore una de las musas de Hass- con su permanente cara mezcla de asco y cansancio.

Película muy prometedora y anunciadora de las grandes y algo desconocidas películas que nos regalaría Hass durante la década de los 50.
Gould
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