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España España · Oviedo
Voto de Gould:
5
Drama Una pequeña localidad minera de Noruega es invadida por soldados de la Alemania Nazi en el marco de la II Guerra Mundial. Cuando el ejército intenta organizar a la gente del pueblo para que trabaje para ellos, el sabotaje hará acto de presencia. (FILMAFFINITY)
27 de febrero de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Grosera película de propaganda de guerra desarrollada en un pequeño pueblo minero de la Noruega ocupada por los alemanes durante la segunda guerra mundial -sin cambiar de país y tema recomendaríamos la infinitamente mejor “Al filo de la oscuridad” (1943) de Lewis Milestone con Errol Flynn y Ann Sheridan-.

Como tantas películas de propaganda, "The moon is down", basada en un alicorto guion de Nunnally Johnsson, inspirado en un relato de gran fuerza dramática de John Steinbeck, seguramente fue necesaria para espolear el esfuerzo de guerra del momento, pero hoy en día resulta algo caduca e indigerible y, por suerte, la irregular carrera de Irving Pichel –uno de los directores de la “lista negra” del Comité de Actividades Antiamericanas- está sazonada de obras mucho mayores como por ejemplo “The man I married”, también una película antinazi pero mucho mejor que la que nos ocupa, “Hudson’s Bay” (estas dos de 1941), “And now tomorrow” (1944), “Tomorrow is forever” (1946) con Orson Welles y Claudette Colbert o “They won’t believe me” (1947).

La película se resiente, entre otras cosas, de un tono excesivamente teatral y prácticamente no cuenta con escenas de exteriores. Los personajes son poco verosímiles, acartonados arquetipos sin profundidad psicológica. Destaca, como no, el excelente secundario Henry Travers - el inolvidable ángel de “Qué bello es vivir” (1946, Frank Capra)- como el alcalde del pueblo, pero la gelidez del conjunto desluce su labor y hasta el gran Cedric Hawdrick resulta algo cargante como oficial nazi. El propio Pichel, que antes que guionista y director fue actor, aparece brevemente como el encargado de la taberna. El único momento que podría ser interesante, la relación entre el soldado alemán y la viuda del patriota fusilado, se malgasta vilmente con una resolución decepcionante–recordemos que, con un material semejante Jean-Pierre Melville, pocos años después, debutaría en el cine con la deslumbrante “Le silence de la mer” (1947), una obra maestra-.

En suma, muy decepcionante
Gould
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