Al ritmo de los compases de música electrónica, un grupo de adolescentes huérfanos y sin hogar enfrenta a entidades sobrenaturales en una Londres victoriana que conoce de clones, y cuya corte y nobleza milagrosamente se ajustan, en su composición, a los modernos requerimientos inclusivos. Diversos personajes literarios, provenientes de las obras de Arthur Conan Doyle, se hallan deformados hasta tales límites que solo comparten con los originales apenas el nombre y la profesión.

Imagino que en realidad el autor de este pastiche simplemente escribió una historia carente de credibilidad y originalidad algunas, y luego se limitó a llamar "Sherlock Holmes", "Mycroft Holmes", "Dr. Watson", "Inspector Lestrade" y "señora Hudson" a algunos personajes para así crear un "gancho", y sobrellevar la nula empatía creada por figuras estereotipadas que reaccionan de maneras absurdas a situaciones inverosímiles.

Como era de esperarse, cada uno de los eventos sobrenaturales que amenazan a nuestros héroes y al mundo entero acaba resolviéndose con absoluta facilidad y en una pequeñísima cantidad de tiempo, en un visto y no visto, una vez descontados todos los minutos dedicados en cada capítulo al melodrama y el romance adolescente.

Mala.