Británica tenía que ser esta serie que durante ocho temporadas con 161 episodios se sacó de la manga un gran Sidney Newman, guión del propio Newman, magnífica música de Laurie Johnson y una fotografía estupenda de Alan Hume (B&N) y otros. Mira que era yo pequeño, pues con esta serie empecé yo a saborear el buen gusto y la enorme saga de actores del cine y la TV británicos. Porque lo que es, es. Los británicos son buenos actores y su cine tiene un caché especial.

Como estos dos espías ingleses, el imperturbable John Steed genialmente interpretado por un Patrick Macnee sembrado y la sensual y atractiva Emma Peel, personaje encarnado con gran profesionalidad y repertorio actoral por Diana Rigg (Emmy 1967 y 1968). Estos personajes afrontan mayormente casos en la época de Guerra Fría, o sea, Occidente ‘versus’ URSS ¿Recordamos, no? Y encima, la serie se lo toma como a parodia, a cachondeito: ¡qué maravilla! Si la hubieran hecho los yanquis todo habría sido solemnidad y drama. Sin embargo con estos capítulos siempre había lugar para la sonrisa, pues que el humor inglés no es para partirse, sino para evocar una sonrisa propia de un humor inteligente y sagaz.

Bueno pues a mí, ya en mi infancia tierna, estos personajes me fascinaban. Ya he dicho lo mucho que me gustaban otras series de la época tipo western u otras americanas. Pero lo cortés no quita lo valiente, y esta serie dramática fue varias veces premiada con Emmys (1967 y 1968).

Personajes con clase, irónicos, simpaticoides, guiones a veces sorpresivos. Recuerdo muy gratamente estos capítulos y me gustaría volver a ver de nuevo algunos de ellos: ¡reposición ya! (y menos fútbol).