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España España · Ávila
Voto de Ludovico:
9
Drama. Romance Un aristócrata, teniente de la caballería sueca, decide abandonar el ejército y a su familia para marcharse con una emancipada y bella artista de circo. (FILMAFFINITY)
21 de noviembre de 2007
25 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lástima que esta película, que tuvo buenas críticas en su aparición, esté hoy tan injustamente olvidada. Se comprende: no vivimos precisamente tiempos de romanticismo, y «Elvira Madigan» es, probablemente, la película más radicalmente romántica que se haya filmado nunca, lo que la sitúa en las antípodas mismas del espíritu de nuestra época; tan ajena a este mundo como puedan serlo Novalis, Hölderlin o Friedrich.
¿Cuándo, por última vez, una pareja se suicidó por amor? (no desvelo nada: el desenlace de la historia se nos cuenta, con acertado criterio, en la primera escena de la película). Ahora las gentes se suicidan más bien por asco y aburrimiento, por defecto y no por exceso. Antes —es decir, en tiempos menos bárbaros—, cuando dos amantes veían su amor impedido por unas estructuras sociales asfixiantes, podían todavía «echarse al monte», como Sixten y Hedvig, nuestros dos protagonistas. Ahora, por el contrario, lo sensato es regular la situación, tramitar divorcios en el juzgado correspondiente, buscar en el periódico una hipoteca asequible y acomodarse al necesario calendario de la mezquindad programada...
Afirmación exaltante y exultante de la individualidad (de la individualidad a dos) frente a la devastadora socialización que ya se anunciaba en la época, cántico a una concepción del amor que no sabe de riesgos calculados ni compromisos consoladores, Elvira Madigan es una obra radical en múltiples sentidos: radical en su propuesta ética y estética, radical en su paradójica exaltación de una vida superior, radical en su intransigencia con la mediocridad... y, desde luego, una de las más bellas películas, en mi opinión, que se hayan filmado nunca.
Se le ha criticado su esteticismo, esos paisajes «irreales» que —se ha dicho— parecen propios de un anuncio de carretes fotográficos. Pero, ¿por qué no podría plasmarse en una película la naturaleza en todo su deslumbrante esplendor? Si es preciso llenar un paraje de basuras y aguas cloacales para que pueda resultarnos real, habría que empezar a preguntarse por el verdadero sentido de nuestra «realidad». Me admira la estética triste y gris de Bela Tárr, por ejemplo, pero eso no me impide maravillarme ante la estética luminosa y policroma de Widerberg en esta película hermosa y fascinante.
Cuanto tanto genio de la provocación anda suelto por ahí, pretendiendo sorprendernos con originalidades que, dicho sea de paso, ya no generan, por lo repetido, sino indiferencia y tedio, Widerberg nos anonada con la belleza y el amor: la única provocación posible en un escenario de fealdad y agresión normalizadas.
Ludovico
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