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Voto de Predicador:
2
Drama Rick Penning (Sean Faris) es el típico chico rebelde y conflictivo, y juega al rugby en el equipo dirigido por su padre. Tras ganar un partido y pasar una noche de juerga, él y su novia sufren un accidente automovilístico. Como no es la primera vez que le ocurre, es condenado a cumplir una pena en el Centro de Detención Juvenil en Salt Lake City, por ser considerado un peligro para sí mismo y para la sociedad. (FILMAFFINITY)
9 de octubre de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que presumiblemente debería narrarnos de manera más o menos emocionante el descenso a los infiernos y posterior resurgir de una potencial estrella de rugby se convierte en casi dos horas de tedio y lugares comunes más propios de un telefilm barato.
No son pocas las cosas que fallan en “Forever Strong”, pero la más sangrante son los personajes y muy especialmente, que es en lo que me centraré, el repugnante protagonista al que da cuerpo (que no vida) un limitadísimo Sean Faris (quien debe ser de la misma escuela que Channing Tatum y Chris Pine, donde con fruncir el ceño te interpretan todo el abanico existente de emociones humanas).

Se trata de uno de esos adolescentes hostiables - Ric, se llama - que hacen fiestas en la piscina con sus amigos y novias de éstos, donde no faltan vasos rojos de plástico llenos de cerveza y gritos absurdos de “¡¡uuuuuuuuuh, sí!!” que no vienen al caso. Pues bien, por si no nos había causado ya suficiente animadversión, encima se emborracha como un piojo de manera habitual, tiene un accidente donde casi mata a su novia dejándola pinchada en una verja como quien tiende un mantel y, salvo la juez que apenas aparece 10 segundos, todo el mundo en la película parece tenerle una compasión y paciencia infinitas. Deseosos de profundizar su torturada alma de hijo cuyas expectativas paternales han minado su humor para siempre, a sabiendas que debajo de su fachada hay una persona agradabilísima luchando por salir. Se echa en falta una verdadera motivación de estos secundarios, pues el espectador es con quienes empatiza, si es que lo hace con alguien ya que Ric los ningunea y éstos se dejan hacer porque confían en que resurgirá su yo bueno (muy creíble que nadie le mande a freír gaitas, sobre todo los que le doblan en tamaño). La sensación final es que le han pagado unas vacaciones, para que se ponga en forma en un nuevo equipo y conozca a unos colegas de un buen rollo alucinante a cambio de limpiar de vez en cuando retretes bajo el cuidado de un hobbit (si existe alguien en el mundo que va a verla sólo por Sean Astin, que desista pues juntando todas sus apariciones sumará algo así como dos minutos).

Al margen del aspecto humano, los partidos carecen de emoción, están rodados de manera caótica y con el extendido mal de hoy en día del cámara tembloroso. No hay ni un sólo atisbo de intentar hacer algo diferente a lo ya visto en centenares de películas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Predicador
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