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España España · Honor al Sabadell!
Voto de Grandine:
7
Drama. Comedia Kitano interpreta a un artista de escaso talento pero motivado y apasionado que cuenta con el apoyo de su sufrida esposa, a la que da vida Kanako Higuchi. Según Kitano: "Éste es un film sobre la complejidad del mundo del arte (...) Incluso las personas sin talento deberían vivir para todo aquello para lo que creen valer, afrontando la realidad". (FILMAFFINITY)
12 de marzo de 2009
27 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dicen que cuando un espectador se pone ante la pantalla y empieza a degustar una obra, es esencial que este se introduzca en ella, abriéndose, empapándose del mundo que el cineasta pone ante él y siendo uno más.
En cambio, pocas son las veces que quien se abre, no es realmente el espectador, sino el realizador: y aquí Kitano compone un sincero poema, trazado con honestidad y magníficas virtudes dramáticas que, en su primer tramo, se destapa como una historia agridulce a la par que emotiva, y hace de "Aquiles y la tortuga" una cinta de logradísimo empaque que logra atraparle a uno enmedio de esa espiral que recorre el pequeño Machisu en su empeño por proseguir con una devoción que se postergará hasta extremos impensables: el amor por la pintura.
Kitano logra, pues, trazar una brillante parábola donde los tintes cómicos empiezan a surgir, pero en la que el prisma ofrecido no deja de poseer una aureola repleta de tristeza y nostalgia en la que el nipón sumerge al espectador a pulmón abierto gracias a una primera hora magnífica.

Luego llega ese Kitano al que ya estamos más acostumbrados últimamente, el de las gamberras "Takeshi's" y "Glory to the Filmmaker", para corroborar que su sentido del humor sigue conservándose igual de fresco que cuando firmó aquella pequeña joya infravalorada llamada "Getting Any?", y dejando momentos de lo más carcajeantes (el de los bocetos al tipo del accidente es sencilla y rotundamente descomunal) enmedio de ese ambiente de decadencia que rodea el mundo de ese artista fracasado: una mujer que no parece tener un papel determinado, una hija que le repudia por sus excentricidades, un grupo de compañeros que parecen querer buscar su sitio artísticamente hablando, pero también se ven sumergidos en la tragedia (en este aspecto, recuerda vagamente a "La vida de bohemia" de Kaurismäki), etc...

A partir de ahí, y en cuanto el célebre cineasta decide dar el punto final a su obra, uno se da cuenta de que no ha asistido a un film cualquiera, de que pese a esa ligera escisión que divide su tramo dramático del más cómico y disparatado, tanto en uno como el otro se halla el perfecto contrapunto de risas (incluso con su punto ácido) y aspereza como para que no todo parezca ser de un sólo color. Porque jamás lo ha sido la vida, sea de un artista, fracasado o no, y jamás lo será el cine de Kitano, sea autoparodiándose y buscando una nueva identidad, o no.
Brillantes, por cierto, esas obras que van apareciendo expuestas en distintos lugares, y que años atrás fueron del malogrado creador...
Grandine
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