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España España · Honor al Sabadell!
Voto de Grandine:
7
Comedia. Drama París, 1969. El rodaje de una película de ciencia-ficción ambientada en el año 2000 está en peligro. La obsesión del director por la actriz que interpreta a la sensual agente Dragonfly (Lindvall) le ha nublado el juicio.
29 de septiembre de 2007
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si nos sumergimos en "CQ", el primer largometraje de Roman Coppola, podemos identificar rápidamente dos fuentes de las que bebe con total claridad: La primera, ese pequeño tributo a la "nouvelle vague" francesa ergido gracias a su personaje principal, su pequeña cámara y ese blanco y negro que tanto nos recuerda a los trabajos de Truffaut, entre otros (incluso, si observamos algunas de las imágenes de "CQ", podemos ver directos homenajes a este realizador francés, como uno al cartel de "Domicilio conyugal"), la segunda, a toda esa ristra de cine setentero de lo más kitsch, minimalista y curioso que adornaba las propuestas de sci-fi más interesantes del momento, todo ello introducido en el material fílmico que rueda el protagonista de la cinta, dejando momentos para el recuerdo.

Puede que el trabajo de Roman Coppola no sea más que eso, una ofrenda a todo aquello que le marcó durante su juventud, pues tampoco posee un guión excesivamente rebuscado e, hilando fino, podría decirse que su trama base no tiene demasiado jugo, pero ahí reside quizá una de sus principales armas, ya que aprovechando esa misma situación que genera la idea inicial (un montador que pasa, casualmente, a ser realizador sin comerlo ni beberlo) decide homenajear de modo general todos esos ámbitos relacionados con la cinematografía que deberían considerarse más puramente importantes, y es donde logra la simpatía y, en parte, el calado.

Contar con un plantel donde hallamos actores como Gerard Depardieu o Giancarlo Giannini, y acompañarlo de promesas como Jeremy Davies (el protagonista) o Jason Schwartzmann (otro que proviene del clan Coppola) no es más que otro rotundo acierto, debido a que unos ofrecen la compostura y la experiencia y otros intentan desatar su carácter, empezar a buscar un camino por el que arrancar en esto de la interpretación, logrando así un contrapeso suficientemente inteligente como para que todo encaje a la perfección.

La lograda fotografía de la que hace uso en ocasiones, las peculiares piezas musicales que acompañan este ejercicio y el uso de unos decorados logradísimos, sólo vienen a reforzar esta sugestiva cinta que agradará a todos aquellos que sepan identificarse con este arte y a los más curiosos que gusten de nuevos retos.
Grandine
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