Buena muestra de cine negro dirigida por Robert Z. Leonard. Aunque la película se desarrolla en una isla de Centroamérica, no faltan los ambientes asfixiantes, el humo del tabaco, los licores baratos, la mujer fatal y los 'malísimos'. Todo ello más propio de los suburbios neoyorquinos de las novelas de Dashiell Hammett. El cambio de escenario lo maneja con acierto y soltura Robert Z. Leonard que sustituye las calles mojadas por camisas mojadas, los coches por los barcos y la lluvia fina por violentas tormentas. Aunque la intríngulis de la historia es bastante frágil (ni rastro de maquinaria robada ni de aviones) los diálogos son notables. Llegados a este punto ¿qué se puede decir que no se haya dicho ya del gran Charles Laughton? El escenario es suyo; lo domina como las feroces tormentas las inconsistentes casas del pueblo. Y, que conste, que no son nada inconsistentes sus rivales de escena (quitando a una floja Ava Gardner los demás rayan a gran nivel). Pero ¡ah! amigos ¡qué complejo, fascinante, inteligente, conmovedor! y... tantas cosas más es el personaje de JJ Bealer. Sólo podría interpretarlo de esa forma ese genio llamado Charles Laughton.