Media votos
8,3
Votos
360
Críticas
354
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Anibal Ricci:
9
5,9
1.121
Thriller
Finales del siglo XIX. Después de mucho tiempo en soledad, Lizzie Borden (Chloë Sevigny) se hace amiga de la criada Bridget Sullivan (Kristen Stewart) y su intimidad acaba desatando un suceso inimaginable. (FILMAFFINITY)
15 de diciembre de 2018
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de argumento soterrado estructurada según las características de un iceberg. Se muestra un diez por ciento al inicio, para deshilvanar el otro noventa por ciento bajo la superficie, todo desplegado dentro de un mecanismo de doble racconto que da cuenta, en términos matemáticos, de una doble derivada que resulta de interrelacionar los excesos de la aristocracia con una misoginia asfixiante. Lo significativo de esta ecuación es que a pesar de que esos mundos son eminentemente masculinos, la película transita en torno a las decisiones de las dos mujeres protagonistas, de distintas clases sociales, respetando el punto de vista de quien da nombre al relato.
El símbolo del iceberg funciona debido a que Lizzie es un personaje perturbado, rebajado por la figura paterna y arrinconado por el lugar que la sociedad tiene reservado a la mujer. Las imágenes son oscuras dado que el personaje está sumido en tinieblas desde la primera infancia y su razonamiento se vuelve glaciar, desprovisto de la gama de emociones que se considera normal.
«Me da vergüenza ser su hija», le confiesa a Bridget. Lizzie es la hermana menor de las dos hijas que tuvo Andrew Borden en su primer matrimonio. Bridget, la sirvienta que llega a la casa a hacerse cargo de las labores domésticas. Su llegada coincide con el comienzo de un largo racconto que narra los eventos sucedidos antes de los asesinatos. La cinta se viste bajo ropajes de intriga en la primera hora del metraje, donde los personajes actúan según lo acontecido, pero dejan sin muchas luces a los espectadores.
Chloë Sevigny hace gala de un amplio registro actoral. Nunca queda claro si está utilizando a Bridget para cumplir su plan perfecto o bien siente aprecio por ella. El tono de la película está marcado por esta indefinición, algo alienada y que avanza a ritmo lento y despiadado.
El aire viciado es el telón de fondo de la historia. La sociedad asfixia a sus habitantes, en particular a las mujeres, pero además Lizzie manifiesta cierta tendencia al desorden mental. El origen de sus aflicciones pudo ser la muerte de su madre biológica a los tres años o bien se podría explicar por los maltratos verbales del padre y de la madrastra, siendo estos últimos una especie de exorcismo ante la deshonra a que la expone su marido.
El segundo racconto de quince minutos narra los hechos posteriores a los asesinatos. Lizzie es llevada a prisión y el juicio es llevado a cabo a puerta cerrada dada su condición aristocrática.
El símbolo del iceberg funciona debido a que Lizzie es un personaje perturbado, rebajado por la figura paterna y arrinconado por el lugar que la sociedad tiene reservado a la mujer. Las imágenes son oscuras dado que el personaje está sumido en tinieblas desde la primera infancia y su razonamiento se vuelve glaciar, desprovisto de la gama de emociones que se considera normal.
«Me da vergüenza ser su hija», le confiesa a Bridget. Lizzie es la hermana menor de las dos hijas que tuvo Andrew Borden en su primer matrimonio. Bridget, la sirvienta que llega a la casa a hacerse cargo de las labores domésticas. Su llegada coincide con el comienzo de un largo racconto que narra los eventos sucedidos antes de los asesinatos. La cinta se viste bajo ropajes de intriga en la primera hora del metraje, donde los personajes actúan según lo acontecido, pero dejan sin muchas luces a los espectadores.
Chloë Sevigny hace gala de un amplio registro actoral. Nunca queda claro si está utilizando a Bridget para cumplir su plan perfecto o bien siente aprecio por ella. El tono de la película está marcado por esta indefinición, algo alienada y que avanza a ritmo lento y despiadado.
El aire viciado es el telón de fondo de la historia. La sociedad asfixia a sus habitantes, en particular a las mujeres, pero además Lizzie manifiesta cierta tendencia al desorden mental. El origen de sus aflicciones pudo ser la muerte de su madre biológica a los tres años o bien se podría explicar por los maltratos verbales del padre y de la madrastra, siendo estos últimos una especie de exorcismo ante la deshonra a que la expone su marido.
El segundo racconto de quince minutos narra los hechos posteriores a los asesinatos. Lizzie es llevada a prisión y el juicio es llevado a cabo a puerta cerrada dada su condición aristocrática.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
En el primer racconto se detallan complejidades emocionales de índole subterráneo. Abby le cambia el nombre a Bridget, mientras Lizzie muestra afecto por la muchacha y le enseña a leer. Se conoce la bochornosa forma en que Andrew hizo su fortuna a costa de los granjeros de la localidad. El padre prefiere heredar la fortuna a un hermano despilfarrador, en perjuicio de las hijas del primer matrimonio. Descuartiza las palomas de su hija y se las sirve al almuerzo, violenta en todas sus variaciones a una persona que considera más débil. Mantiene relaciones sexuales a la fuerza con Bridget y cuando se entera tras los vidrios de que ella mantiene un idilio con su hija, castiga a esta última y la califica de abominable. Las escenas lésbicas muestran emociones desbordadas, no son casuales. Lizzie esconde la rabia y en su delirio desearía proteger a su amante (Bridget), esconde los celos ante su abusivo progenitor y no los deja fluir, la rabia termina incubando una furia que congela cualquier sentimiento. Estos acontecimientos previos llegan a su fin con la protagonista mirándose al espejo, escuchando una caja de música y arrancándose el medallón que le recuerda a su madre.
Transcurrida una hora, la cinta ha desplegado suficientes motivaciones para que Lizzie haya cometido los crímenes por mano propia. Hay elementos de desequilibrio en su rostro, pero el espectador sabe con certeza que no tendrá escapatoria. Si no toma las riendas, el padre o su tío la encerrarán en un manicomio y quedará sin fortuna sometida al designio patriarcal. Al quemar el testamento su mente se ha vuelto fría y calculadora. Habita un mundo misógino que no le permite actuar como persona. Su salud tampoco la acompaña y el único afecto perceptible ha sido el affaire con la sirvienta. Al inicio sus únicos amigos eran las palomas y que ahora revuelan expectantes sobre la casa. Las emociones truncadas han impedido que la energía fluya naturalmente y la propia naturaleza se muestra inmóvil.
Las escenas de sexo son particularmente emotivas, implican un desahogo ante la opresión, una única salida. Lizzie ve cómo su amante es arrebatada por su progenitor y esa pulsión sexual no encontrará un cauce natural, se desbordará irremediablemente.
Una tercera derivada implicará que los que nacen en cuna de oro pueden cometer cualquier acto de salvajismo. El padre guillotina las cabezas de las aves (los afectos de la hija) y le hace comer la carne de las palomas. Engaña a su mujer con prostitutas e incluso se acuesta con la criada en sus propias narices. Lizzie quiere hacer valer sus derechos a pesar de ser mujer y cometerá el acto violento que se nos muestra al inicio de la película.
Comienza el tercer acto, el asesinato propiamente tal. Lizzie avanza desnuda por el aposento de su madrastra y toda la violencia contenida es desatada en una decena de golpes de hacha hasta desfigurar a la mujer frente al espejo. La cinta fue desarrollándose con frialdad y a pesar de la violencia descomunal, esos hachazos se sienten fríos, desconectados del cerebro de la protagonista. Aparece Bridget para dar cuenta del padre y su condición inferior le impide atentar contra su patrón, a su clase social le está vedado actuar sin límites, un juez no tardaría ni un segundo en condenarla a la horca. La secunda Lizzie que actúa sin compasión, entregándose a la furia animal, asestando innumerables golpes de hacha en el rostro de Andrew.
El juez no la creerá capaz de acto semejante y la declarará inocente gracias a su cuna. Bridget observó aterrada la violencia con que su amada da cuenta de otro ser humano. No la reconoce.
«Nunca quise nada de ti… No me busques», son las últimas palabras que pronuncia Bridget antes de alejarse en un vagón de tren que viaja al otro lado de Estados Unidos, a miles de kilómetros de distancia. Las palomas sobrevuelan la cárcel, pero se alejan ante la crueldad que mostraron las imágenes de los asesinatos.
Transcurrida una hora, la cinta ha desplegado suficientes motivaciones para que Lizzie haya cometido los crímenes por mano propia. Hay elementos de desequilibrio en su rostro, pero el espectador sabe con certeza que no tendrá escapatoria. Si no toma las riendas, el padre o su tío la encerrarán en un manicomio y quedará sin fortuna sometida al designio patriarcal. Al quemar el testamento su mente se ha vuelto fría y calculadora. Habita un mundo misógino que no le permite actuar como persona. Su salud tampoco la acompaña y el único afecto perceptible ha sido el affaire con la sirvienta. Al inicio sus únicos amigos eran las palomas y que ahora revuelan expectantes sobre la casa. Las emociones truncadas han impedido que la energía fluya naturalmente y la propia naturaleza se muestra inmóvil.
Las escenas de sexo son particularmente emotivas, implican un desahogo ante la opresión, una única salida. Lizzie ve cómo su amante es arrebatada por su progenitor y esa pulsión sexual no encontrará un cauce natural, se desbordará irremediablemente.
Una tercera derivada implicará que los que nacen en cuna de oro pueden cometer cualquier acto de salvajismo. El padre guillotina las cabezas de las aves (los afectos de la hija) y le hace comer la carne de las palomas. Engaña a su mujer con prostitutas e incluso se acuesta con la criada en sus propias narices. Lizzie quiere hacer valer sus derechos a pesar de ser mujer y cometerá el acto violento que se nos muestra al inicio de la película.
Comienza el tercer acto, el asesinato propiamente tal. Lizzie avanza desnuda por el aposento de su madrastra y toda la violencia contenida es desatada en una decena de golpes de hacha hasta desfigurar a la mujer frente al espejo. La cinta fue desarrollándose con frialdad y a pesar de la violencia descomunal, esos hachazos se sienten fríos, desconectados del cerebro de la protagonista. Aparece Bridget para dar cuenta del padre y su condición inferior le impide atentar contra su patrón, a su clase social le está vedado actuar sin límites, un juez no tardaría ni un segundo en condenarla a la horca. La secunda Lizzie que actúa sin compasión, entregándose a la furia animal, asestando innumerables golpes de hacha en el rostro de Andrew.
El juez no la creerá capaz de acto semejante y la declarará inocente gracias a su cuna. Bridget observó aterrada la violencia con que su amada da cuenta de otro ser humano. No la reconoce.
«Nunca quise nada de ti… No me busques», son las últimas palabras que pronuncia Bridget antes de alejarse en un vagón de tren que viaja al otro lado de Estados Unidos, a miles de kilómetros de distancia. Las palomas sobrevuelan la cárcel, pero se alejan ante la crueldad que mostraron las imágenes de los asesinatos.