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Voto de Ferdydurke:
4
7,1
5.161
Drama
Toni, cristiano libanés, riega las plantas de su balcón. Un poco de agua se derrama accidentalmente en la cabeza de Yasser, palestino y capataz de una obra. Entonces estalla una pelea. Yasser, furioso, insulta a Toni. Él, herido en su orgullo, decide llevar el asunto ante la justicia. Comienza así un largo proceso en el que el conflicto tomará una dimensión nacional, enfrentando a palestinos y cristianos libaneses. (FILMAFFINITY)
18 de marzo de 2018
24 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Miras la pinta de esta película y dan ganas de echarse a temblar, fue nominada a los óscar (el siguiente axioma no es fijo, como ninguno, pero hay que tenerlo en cuenta, dice así: toda película a la que la academia norteamericana le echa el ojo es susceptible, muy probablemente así sea, de ser utilizada en tu contra, de ser un instrumento puramente comercial o, en el peor de los casos, propaganda estratégica del imperio que posee la mejor moral) y va de juicios (espectáculo vacío y estupefaciente normalmente). Para no ir al cine ni a punta de pistola. Pero fuimos. Así somos. Nunca hacemos lo que decimos o pensamos.
En los tiempos actuales hay un auge, excitado por los poderes, de la victimización constante de sucesivos o simultáneos sectores de las sociedades modernas, con el fin evidente de hacerles sentir especiales, merecedores de todas las compensaciones del mundo por las injusticias eternas cometidas sobre ellos, y, sobre todo, con la finalidad indudable de que esos grupos injuriados y señalados como elegidos se entreguen a los manejos de los cogollos dominantes y así deleguen, se dejen manipular a modo para convertirse en brazos armados o tentáculos políticos útiles para que esas clases dirigentes, entes, entidades o grandes emporios expriman mejor a todos, a esos señalados como víctimas especialmente, con mayor ahínco, beneplácito y falta de resistencia. A esos grupos se les utiliza y luego se les deja tirados, más deprimidos y oprimidos que antes, más expoliados y engañados si cabe. Da igual que seas mujer, discapacitado de cualquier tipo, jubilado, palestino, parado, judío, negro, chino, albaceteño recién ofendido, seguidor del Levante o simplemente quejoso crónico, un humano enfadado y afligido. Todos tienen razón. Ese es el problema. Todos sufrimos injusticias y estamos hasta arriba de penas.
En esta película, en cambio, se afirma lo contrario, se combate esa premisa, se dice que ningún grupo o ser humano tiene el monopolio del sufrimiento, que todos en mayor o menor medida hemos tenido lo nuestro ya sea ahora o en el pasado más lejano. Y, por lo tanto, nadie puede (o no debería hacerlo) alzar la voz por encima de los demás e imponer sus derechos soliviantados, sus privilegios recién adquiridos. Solo queda optar por la reconciliación, el perdón y la paz.
Vale. Bien. Así es.
A esa gozosa conclusión se llega tras un largo periplo de muchas calamidades, encontronazos y barbaridades.
Yo diría que dividido en dos partes:
a) Primer tramo: Maniqueísmo (el maniqueísmo simplifica la realidad, la reduce a cenizas, la distorsiona y falsea, es un engrudo o papilla que trata, mediante su falta de complejidad y manipulación moral, de conseguir la mayor aceptación del mayor número de adeptos a sus perversas tesis. Para poder de esa manera dirigirles con mayor fiereza y precisión) desaforado y absurdo emasculado. Se convierte un pequeño incidente, una minucia insospechada, al estilo Farhadi, en una monstruosidad enrevesada de culpas, agravios y desencuentros. Se radicalizan los extremos. Se caricaturizan las posturas hasta el esperpento. Todo lo que sucede es horriblemente grotesco. Sin medida. Funesto. La mirada es grosera, gruesa, su propuesta se abre paso entre una maraña de insensateces y disparates judiciales. No sabes si reír o llorar. Tu alma pena, tu cuerpo se retuerce, tu corazón se encoge. Sufres. No entiendes.
b) Segundo tramo: Relativismo (el relativismo buenista también tiene su serio peligro. Desactivar cualquier responsabilidad. Caer en la inanidad. En la hipocresía. Utilizar la equidistancia como forma elegante y torticera de lavarse las manos. Negar las atrocidades de ciertas personas concretas para justificar crímenes sin nombre. Una especie de truco de prestidigitador con el que al final todo el mundo queda limpio, a salvo, sin pagar por sus delitos) posmoderno compasivo y comprensivo. Todos tienen cadáveres en el armario. La verdad y la justicia están compuestas de trozos rotos de un espejo en el que se miran el ruido y la furia sin entender nada. Nadie tiene la culpa. Todos somos pecadores. Solo nos queda la comprensión, la mutua aceptación, la feliz reconciliación. Solo queda entender que tu dolor no es mayor ni tiene más valor que el de los demás, que tienes que madurar, ser más generoso y menos egoísta y tramposo.
Este viraje mejora lo anterior. Se expande la sustancia de los hechos. Se difuminan los obscenos contrastes. Ya no hay buenos ni malos. Todos tienen sus razones, su pasado tormentoso, su reguero de desgracias y dolores. Nadie es más que nadie. Todos somos hermanos.
Es decir, hemos pasado de un panfleto, que podía haber sido pinturero e infecto, a una mirada apostólica, amaros los unos a los otros, prójimos, todos, a pesar de tanto horror y muerte y espanto y barbarie y ferocidad y odio.
Pero es difícil. Siempre repetimos los mismos errores y atropellos, no tenemos remedio.
Los humanos somos malvados y necios. Borregos. Nos dejamos atrapar con enorme facilidad por causas consoladoras y monsergas que nos den sentido, un enemigo, una bandera, un motivo. Odiamos la libertad y la razón, no soportamos pensar ni sopesar, en cuanto algún sinvergüenza nos da una excusa para matar u odiar allá que vamos directos, gritando, a agredir, insultar, masacrar. Somos incapaces de reflexión, de estar quietos y tratar de dilucidar, qué va, nos gustan la guerra, los bandos, la unión del rebaño que nos dé fuerza y seguridad, el conflicto como sentido, la elección de un colectivo en el que fundir y eludir nuestra responsabilidad, capacidad, juicio, persona, individualidad.
En los tiempos actuales hay un auge, excitado por los poderes, de la victimización constante de sucesivos o simultáneos sectores de las sociedades modernas, con el fin evidente de hacerles sentir especiales, merecedores de todas las compensaciones del mundo por las injusticias eternas cometidas sobre ellos, y, sobre todo, con la finalidad indudable de que esos grupos injuriados y señalados como elegidos se entreguen a los manejos de los cogollos dominantes y así deleguen, se dejen manipular a modo para convertirse en brazos armados o tentáculos políticos útiles para que esas clases dirigentes, entes, entidades o grandes emporios expriman mejor a todos, a esos señalados como víctimas especialmente, con mayor ahínco, beneplácito y falta de resistencia. A esos grupos se les utiliza y luego se les deja tirados, más deprimidos y oprimidos que antes, más expoliados y engañados si cabe. Da igual que seas mujer, discapacitado de cualquier tipo, jubilado, palestino, parado, judío, negro, chino, albaceteño recién ofendido, seguidor del Levante o simplemente quejoso crónico, un humano enfadado y afligido. Todos tienen razón. Ese es el problema. Todos sufrimos injusticias y estamos hasta arriba de penas.
En esta película, en cambio, se afirma lo contrario, se combate esa premisa, se dice que ningún grupo o ser humano tiene el monopolio del sufrimiento, que todos en mayor o menor medida hemos tenido lo nuestro ya sea ahora o en el pasado más lejano. Y, por lo tanto, nadie puede (o no debería hacerlo) alzar la voz por encima de los demás e imponer sus derechos soliviantados, sus privilegios recién adquiridos. Solo queda optar por la reconciliación, el perdón y la paz.
Vale. Bien. Así es.
A esa gozosa conclusión se llega tras un largo periplo de muchas calamidades, encontronazos y barbaridades.
Yo diría que dividido en dos partes:
a) Primer tramo: Maniqueísmo (el maniqueísmo simplifica la realidad, la reduce a cenizas, la distorsiona y falsea, es un engrudo o papilla que trata, mediante su falta de complejidad y manipulación moral, de conseguir la mayor aceptación del mayor número de adeptos a sus perversas tesis. Para poder de esa manera dirigirles con mayor fiereza y precisión) desaforado y absurdo emasculado. Se convierte un pequeño incidente, una minucia insospechada, al estilo Farhadi, en una monstruosidad enrevesada de culpas, agravios y desencuentros. Se radicalizan los extremos. Se caricaturizan las posturas hasta el esperpento. Todo lo que sucede es horriblemente grotesco. Sin medida. Funesto. La mirada es grosera, gruesa, su propuesta se abre paso entre una maraña de insensateces y disparates judiciales. No sabes si reír o llorar. Tu alma pena, tu cuerpo se retuerce, tu corazón se encoge. Sufres. No entiendes.
b) Segundo tramo: Relativismo (el relativismo buenista también tiene su serio peligro. Desactivar cualquier responsabilidad. Caer en la inanidad. En la hipocresía. Utilizar la equidistancia como forma elegante y torticera de lavarse las manos. Negar las atrocidades de ciertas personas concretas para justificar crímenes sin nombre. Una especie de truco de prestidigitador con el que al final todo el mundo queda limpio, a salvo, sin pagar por sus delitos) posmoderno compasivo y comprensivo. Todos tienen cadáveres en el armario. La verdad y la justicia están compuestas de trozos rotos de un espejo en el que se miran el ruido y la furia sin entender nada. Nadie tiene la culpa. Todos somos pecadores. Solo nos queda la comprensión, la mutua aceptación, la feliz reconciliación. Solo queda entender que tu dolor no es mayor ni tiene más valor que el de los demás, que tienes que madurar, ser más generoso y menos egoísta y tramposo.
Este viraje mejora lo anterior. Se expande la sustancia de los hechos. Se difuminan los obscenos contrastes. Ya no hay buenos ni malos. Todos tienen sus razones, su pasado tormentoso, su reguero de desgracias y dolores. Nadie es más que nadie. Todos somos hermanos.
Es decir, hemos pasado de un panfleto, que podía haber sido pinturero e infecto, a una mirada apostólica, amaros los unos a los otros, prójimos, todos, a pesar de tanto horror y muerte y espanto y barbarie y ferocidad y odio.
Pero es difícil. Siempre repetimos los mismos errores y atropellos, no tenemos remedio.
Los humanos somos malvados y necios. Borregos. Nos dejamos atrapar con enorme facilidad por causas consoladoras y monsergas que nos den sentido, un enemigo, una bandera, un motivo. Odiamos la libertad y la razón, no soportamos pensar ni sopesar, en cuanto algún sinvergüenza nos da una excusa para matar u odiar allá que vamos directos, gritando, a agredir, insultar, masacrar. Somos incapaces de reflexión, de estar quietos y tratar de dilucidar, qué va, nos gustan la guerra, los bandos, la unión del rebaño que nos dé fuerza y seguridad, el conflicto como sentido, la elección de un colectivo en el que fundir y eludir nuestra responsabilidad, capacidad, juicio, persona, individualidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Bueno. Estamos en el Líbano. Cristianos y/contra Palestinos (se supone que musulmanes). La película es esencialmente tres cosas:
- Un repaso por la tensa situación del país en la actualidad.
- Una indagación en las raíces lejanas del problema. De cómo los odios y desajustes contemporáneos tienen su origen en afrentas antiguas. Nudo gordiano difícil de desanudar. Casi imposible.
- Una reflexión, a través de una historia y unos personajes, sobre la naturaleza humana en su deriva violenta y autodestructiva, en su constante y aberrante búsqueda de consignas y siglas con las que poder identificarse y disgregarse, en el afán de perderse y dispersarse como ser único para así juntarse con la manada que vocifera, en la necesidad de crear personas o abstracciones a las que odiar, que justifiquen tus fechorías más abyectas y ambiciones menos buenas.
Otras reflexiones:
- El odio se adhiere al cuerpo y el alma del hombre cuando este sufre un daño terrible y no es capaz de asumirlo, se le enquista, se le hace costra. Es ahí cuando ese hombre que no ha asumido su dolor se vuelve un profesional del odio y transforma su rabia intensa en una enmienda a la totalidad, al grupo al que responsabiliza de su sufrimiento. Es un odio cobarde. Por lo tanto, solo puede salirse de ese círculo vicioso asumiendo ese pasado, enfrentándose a ese horrible hecho, cara a cara, y entendiendo que nada ganas con ese sentimiento de afrenta que te nutre y destruye y que a muchos de los que desearías matar nada, o muy poco, tienen que ver con lo que a ti te hicieron.
- No se puede cargar con las injusticias del pasado a las siguientes generaciones.
- Todos los pueblos han sido en algún momento de su historia víctimas y victimarios.
- Si profundizas en el pasado y te estancas en él, te pierdes en un laberinto intrincado, enroscado, de responsabilidades atroces, crímenes nefandos e injusticias irreparables. No hay manera de empezar de cero, ni de emprender ninguna empresa de presente o futuro si tratas de reconstruir esos hechos desgraciados y los revives a cada rato para justificar tu inutilidad y tristeza.
El problema de la película es que malbarata sus buenas intenciones, sus innumerables logros y estupendas cuestiones con una representación de los hechos tan burda y primaria que causa sonrojo y desconcierto por muchos momentos.
Los personajes son a veces nada más que fantoches movidos a golpe de dislate.
Además de estar todo expuesto de manera muy agresiva y tosca, a brochazos subrayados de evidencias gritadas y coloreadas a la fuerza más bruta.
El final:
- El bien y la reconciliación tienen que surgir desde abajo, desde el hombre concreto (la justicia oficial va detrás, solo confirma lo que ellos ya habían arreglado de primera mano), como en este caso con el gesto del palestino (personaje increíblemente positivo, se les va de las manos) cuando al final ofrece su costillar, se inmola como forma de cerrar la herida, y es golpeado por el cristiano libanés (personaje increíblemente negativo durante demasiado tiempo, se pasan muchos pueblos).
- Un abogado es el padre. El otro es su hija. ¿Metáfora descarada? ¿Quieren decir que todos forman parte de la misma familia, los dos bandos enfrentados durante tantos años?
- Y de fondo los judíos, víctimas en el pasado y a veces en el presente y muy victimarios en la actualidad, la rueda que no para de girar. Y Europa y América...
- Un repaso por la tensa situación del país en la actualidad.
- Una indagación en las raíces lejanas del problema. De cómo los odios y desajustes contemporáneos tienen su origen en afrentas antiguas. Nudo gordiano difícil de desanudar. Casi imposible.
- Una reflexión, a través de una historia y unos personajes, sobre la naturaleza humana en su deriva violenta y autodestructiva, en su constante y aberrante búsqueda de consignas y siglas con las que poder identificarse y disgregarse, en el afán de perderse y dispersarse como ser único para así juntarse con la manada que vocifera, en la necesidad de crear personas o abstracciones a las que odiar, que justifiquen tus fechorías más abyectas y ambiciones menos buenas.
Otras reflexiones:
- El odio se adhiere al cuerpo y el alma del hombre cuando este sufre un daño terrible y no es capaz de asumirlo, se le enquista, se le hace costra. Es ahí cuando ese hombre que no ha asumido su dolor se vuelve un profesional del odio y transforma su rabia intensa en una enmienda a la totalidad, al grupo al que responsabiliza de su sufrimiento. Es un odio cobarde. Por lo tanto, solo puede salirse de ese círculo vicioso asumiendo ese pasado, enfrentándose a ese horrible hecho, cara a cara, y entendiendo que nada ganas con ese sentimiento de afrenta que te nutre y destruye y que a muchos de los que desearías matar nada, o muy poco, tienen que ver con lo que a ti te hicieron.
- No se puede cargar con las injusticias del pasado a las siguientes generaciones.
- Todos los pueblos han sido en algún momento de su historia víctimas y victimarios.
- Si profundizas en el pasado y te estancas en él, te pierdes en un laberinto intrincado, enroscado, de responsabilidades atroces, crímenes nefandos e injusticias irreparables. No hay manera de empezar de cero, ni de emprender ninguna empresa de presente o futuro si tratas de reconstruir esos hechos desgraciados y los revives a cada rato para justificar tu inutilidad y tristeza.
El problema de la película es que malbarata sus buenas intenciones, sus innumerables logros y estupendas cuestiones con una representación de los hechos tan burda y primaria que causa sonrojo y desconcierto por muchos momentos.
Los personajes son a veces nada más que fantoches movidos a golpe de dislate.
Además de estar todo expuesto de manera muy agresiva y tosca, a brochazos subrayados de evidencias gritadas y coloreadas a la fuerza más bruta.
El final:
- El bien y la reconciliación tienen que surgir desde abajo, desde el hombre concreto (la justicia oficial va detrás, solo confirma lo que ellos ya habían arreglado de primera mano), como en este caso con el gesto del palestino (personaje increíblemente positivo, se les va de las manos) cuando al final ofrece su costillar, se inmola como forma de cerrar la herida, y es golpeado por el cristiano libanés (personaje increíblemente negativo durante demasiado tiempo, se pasan muchos pueblos).
- Un abogado es el padre. El otro es su hija. ¿Metáfora descarada? ¿Quieren decir que todos forman parte de la misma familia, los dos bandos enfrentados durante tantos años?
- Y de fondo los judíos, víctimas en el pasado y a veces en el presente y muy victimarios en la actualidad, la rueda que no para de girar. Y Europa y América...