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Voto de Ferdydurke:
5
5,7
21.874
Ciencia ficción. Acción
En un Japón futurista la joven Motoko Kusanagi (Scarlett Johansson), también conocida como 'the Major' Mira Killian, es la líder de grupo operativo de élite, Sección 9, cuyo objetivo es luchar contra el ciberterrorismo y los crímenes tecnológicos. Al mando de esta unidad de operaciones encubiertas está Aramaki (Takeshi Kitano), y destaca Batou (Pilou Asbæk), un exmilitar considerado como uno de los agentes más salvajes del grupo. Pero, ... [+]
8 de abril de 2017
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me declaro en estado de guerra total.
No doy mi consentimiento (no lo necesitamos, ni el tuyo ni el de nadie, por ahí mismo nos lo pasamos, por el centro del medio, le contesta la imperial Binoche a la revoltosa Johansson). Niego mi permiso.
Pagarán por lo que nos han hecho. Ya verán cuando se enteren. Esto no es lugar para nosotros.
Monísima película pop. Reformulación neorromántica y convencionalmente futurista de varios de los temas más pimpantes de la ciencia ficción más tensa, oscura y desgarrada.
Blanda, chula recreación de unos cuantos momentos cumbre de la épica de aventuras y el fatalismo gótico y retro y techno del porvenir.
Sería innecesario hablar de Matrix o Blade Runner por obvias y demasiado grandes, pero ahí están, señaladas, admiradas y homenajeadas.
Creación ex novo de la mujer-máquina (sí, es la risa los malabarismos que se montan/hacen para que su exuberante anatomía femenina quede velada-aliviada o, más claramente, eludida, como si estuviera inmersa dentro de un inmenso cinturón de castidad la pequeña, curvilínea, sugerente y suntuosa Scarlett), matarife del estado opresor que, tras periplo inopinado e inevitable, muy sanguinolento y memorioso, descubre la terrible verdad (siempre lo es, hasta la más inofensiva es dolorosa si es cierta completamente) y se rebela.
Amenaza con sopor atroz y tontería duradera. A ratos la roza y hasta lo consigue. Pero es lo suficientemente hábil como para cumplir con el mejor recorrido de entre todos los posibles, con destilar de forma humilde y funcional las esencias más enjundiosas y propias del terror, la muerte, el amor, la resurrección, el olvido, la memoria y la esperanza.
Bajo un manto de banalidad impersonal y torticera, nos damos de bruces, el crítico malo y yo mismo, con una sesión de agradable evasión, una cosquilla ligera que espabila las dos o tres neuronas que resisten a duras penas en nuestro cerebro derruido por tanto cine compulsivo, crapuloso e indiscriminado.
Azul, líneas en el mar... Se dejaba llevar...
No doy mi consentimiento (no lo necesitamos, ni el tuyo ni el de nadie, por ahí mismo nos lo pasamos, por el centro del medio, le contesta la imperial Binoche a la revoltosa Johansson). Niego mi permiso.
Pagarán por lo que nos han hecho. Ya verán cuando se enteren. Esto no es lugar para nosotros.
Monísima película pop. Reformulación neorromántica y convencionalmente futurista de varios de los temas más pimpantes de la ciencia ficción más tensa, oscura y desgarrada.
Blanda, chula recreación de unos cuantos momentos cumbre de la épica de aventuras y el fatalismo gótico y retro y techno del porvenir.
Sería innecesario hablar de Matrix o Blade Runner por obvias y demasiado grandes, pero ahí están, señaladas, admiradas y homenajeadas.
Creación ex novo de la mujer-máquina (sí, es la risa los malabarismos que se montan/hacen para que su exuberante anatomía femenina quede velada-aliviada o, más claramente, eludida, como si estuviera inmersa dentro de un inmenso cinturón de castidad la pequeña, curvilínea, sugerente y suntuosa Scarlett), matarife del estado opresor que, tras periplo inopinado e inevitable, muy sanguinolento y memorioso, descubre la terrible verdad (siempre lo es, hasta la más inofensiva es dolorosa si es cierta completamente) y se rebela.
Amenaza con sopor atroz y tontería duradera. A ratos la roza y hasta lo consigue. Pero es lo suficientemente hábil como para cumplir con el mejor recorrido de entre todos los posibles, con destilar de forma humilde y funcional las esencias más enjundiosas y propias del terror, la muerte, el amor, la resurrección, el olvido, la memoria y la esperanza.
Bajo un manto de banalidad impersonal y torticera, nos damos de bruces, el crítico malo y yo mismo, con una sesión de agradable evasión, una cosquilla ligera que espabila las dos o tres neuronas que resisten a duras penas en nuestro cerebro derruido por tanto cine compulsivo, crapuloso e indiscriminado.
Azul, líneas en el mar... Se dejaba llevar...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Sí doy mi consentimiento. Mi permiso. Mi sentido.
A Hideo y Motoko. Que se amaban y peleaban por un mundo mejor. Que odiaban la injusticia porque se querían y se idolatraban porque revolucionaban.
Kitano gusta. Michael Pitt nunca está mal. Y todos lo demás, hasta el jugador de baloncesto del Madrid de nombre Jeffery Taylor (no mete una pero algo defiende el pobre) que aquí se hace pasar por un tal Pilou Asbaek, cumplen como máquinas listas.
Una pura nadería. Un disfrute lánguido, líquido, perfumado, elástico, tramposo, bello. Una amalgama inofensiva y feliz. Una caricia crispada y relajante. Así estoy yo sin ti.
Qué más da. Fantasía o realidad, recuerdo o sueño. Todo es ruido, apunta el guerrero bueno con escéptica sabiduría de hombre que todo lo conoce y nada le importa, pero siempre alerta y ayuda, finalmente bueno y ciego. Y yo firmo con mi sangre derramada sus hermosas palabras. Ni Shakespeare. Las defiendo a morir.
No importan los recuerdos. Lo que cuenta son las acciones, repite con tontuna remolona una voz necia. Ni en la academia de Platón. Mec. Error. Tus recuerdos fueron acciones. Y tus actos serán futura memoria, le contestarían Spinoza o Santo Tomás sin despeinarse, sin fruncir el ceño siquiera un segundo, centrados y lacónicos.
A Hideo y Motoko. Que se amaban y peleaban por un mundo mejor. Que odiaban la injusticia porque se querían y se idolatraban porque revolucionaban.
Kitano gusta. Michael Pitt nunca está mal. Y todos lo demás, hasta el jugador de baloncesto del Madrid de nombre Jeffery Taylor (no mete una pero algo defiende el pobre) que aquí se hace pasar por un tal Pilou Asbaek, cumplen como máquinas listas.
Una pura nadería. Un disfrute lánguido, líquido, perfumado, elástico, tramposo, bello. Una amalgama inofensiva y feliz. Una caricia crispada y relajante. Así estoy yo sin ti.
Qué más da. Fantasía o realidad, recuerdo o sueño. Todo es ruido, apunta el guerrero bueno con escéptica sabiduría de hombre que todo lo conoce y nada le importa, pero siempre alerta y ayuda, finalmente bueno y ciego. Y yo firmo con mi sangre derramada sus hermosas palabras. Ni Shakespeare. Las defiendo a morir.
No importan los recuerdos. Lo que cuenta son las acciones, repite con tontuna remolona una voz necia. Ni en la academia de Platón. Mec. Error. Tus recuerdos fueron acciones. Y tus actos serán futura memoria, le contestarían Spinoza o Santo Tomás sin despeinarse, sin fruncir el ceño siquiera un segundo, centrados y lacónicos.