Papa. Sake. Hermanos de muchas armas y sangre.
De mucho menos a bastante poco, casi nada realmente.
Ruina y birria, colosal idiotez, engendro hinchado y espanto iluminado, con esa seriedad/solemnidad enfática tan oriental. Lo único más o menos destacable quizás sea el aporte económico pirotécnico en el asunto de los tiros y las explosiones, aunque en general es una película terriblemente aburrida e idiota, de vergüenza ajena o de mucha ternura si quieres hacer una buena obra y tienes la mirada de caridad preñada.
Melodrama carnicero en el que cinco hermanos huérfanos son adoptados por un santo varón que los cuida y trata como si fueran sus reales hijos. La historia transcurre entre deseos benéficos o absurdo filantrópicos en el África negra con muchos medicamentos al retortero y el puro desguace de objetos y hombres porque sí, sin remedio, con el maravilloso oro de por medio y con Caín hermano como detonante de tanta tumba, de esta trama oligofrénica llena de la más chusca tragedia.
Todo es forzado y risible, nada interesa ni tiene un pase.
Violencia de videojuego, totalmente inverosímil y muy delirante en cualquiera de sus aspectos o posibilidades, sentimientos de cartón piedra y psicología de verbena.
Hungría y Montenegro, esa parte de la Europa central o más del este que abarata costes y que ya es la meca de cierto tipo de cine habitualmente infecto, subproductos de acción en su mayoría destinados a un público descerebrado o muy guasón y también voluntarioso, con la paciencia y la fortaleza de una monja de clausura.
Tiene más mérito acabar esta obra que leerse de una sentada la Fenomenología del espíritu de Hegel. De hecho, esta película se ha convertido de un tiempo a esta parte en la prueba definitiva que ponen a los aspirantes a ser marines USA, siempre tan morrocotudos y sadomasoquistas, para comprobar de una vez por todas si están preparados para la más santa guerra, para experimentar el verdadero horror, para ver si son capaces de soportar el auténtico dolor, de superar el últimamente conocido como umbral Fu Manchú, ese crítico momento en el que todo tu ser, cada célula de tu sufriente cuerpo, cada fibra de tu magullada alma ruega por favor, reza en silencio y con mucho fervor por su liberación, por la muerte como descanso, por el cese del tormento cruento.
En fin, que después de esta experiencia soy más fuerte y ya estoy preparado para con todo, la próxima vez me presentaré a presidente de la comunidad de vecinos, el límite es el cielo, desde abajo se comienza el trabajo, ya verán, se van a enterar, conmigo nadie podrá nunca jamás.