Saoco, Papi (Pyun cuuuute). Vaya con el niño, estilista de la basura, Sergio Leone del subsuelo, Orson Welles en la cochambre. Todo significa, apunta a, tiene maneras, juega, los sonidos, las luces o colores, los diálogos, cada poro o fotograma apura supura signo, intención, autoría, divina, hipnotiza, hechiza, cultura, da forma, el Schrader de como animales salvajes, Antártida de Manuel Huerga y El corazón del ángel de Alan Parker.
La trama o argumento es un Macguffin, aquí lo que cuenta son los tiempos muertos, en off, donde nunca pasa nada, el tiempo se detiene, ralentiza, cámara lenta, o expande, de par en par como una concha se abre, el resto son los españoles haciendo el cafre, para variar, así no somos nosotros, leyenda negra, más bien buenos o santos, mucho lloramos, sentimientos derramamos, claro, por supuesto.
Y Neil Diamond pasaba por allí, el pobre sin comerlo ni beberlo, invitado a la fiesta, con Burt Reynolds, Dakota del Norte, Rob Lowe sin Jaqueline Bisset, pa qué, y Ice-T, ley y orden no tanto, y un par de andovas eslavas de toma pan y moja, a cada cual más guapa, la principal es Nastassja Kinski, dónde andará su padre, en qué cielo, y de la otra poco o nada sabemos, qué fue de ella, de Blanka Kleinova, ¿se la tragó la tierra o es tal vez monja que pena?
A su modo espantoso, con ese presupuesto no te llega ni para organizar el cumpleaños tardío de tu hijo adoptado, Kas naranja Kas limón, es tan buena que te amodorra, te duerme severamente, efecto narcótico potente, como una nana o música de las de adarga antigua buena que a las fieras corrupias amansa y en la que casi todo rima o casa. Hay momentos bellos poperos en los que cada personaje está iluminado por un color distinto, del morado al amarillo/verde/gris o lo que toque adorne, adorno. No hablan, poetizas, no matan, eliminan o expurgan, no se mueven, se deslizan en la negra noche. Y el amor fou, terminal, fronterizo, desperado, hermoso como el neón de siempre, esa biblia.
Este director tiene más cojones que nadie, gordos como gorriones.