Podría ser peor, pero está bien.
Podría ser mucho mejor, pero está contenida, esta regulada, esta igualada, como ya sabemos, el equilibrio tiene que dar cero.
Porque podría ponerme en exquisito y solicitar mejores diálogos, mejores interpretaciones o un final peor, pero así tal cual esta concebida tiene armonía.
Edward además de dirigirla, interpreta a un cuarentón, que, aunque su acento delate su procedencia (New Jersey), juega bien el papel de "neoyorquino", está con una novia más joven con la que comparten muchas charlas entre ellos y con una pareja amiga (la hembra del otro binomio es su cuñada). A ellos todo les sonríe, así que intentan ayudar a sus amigos que pasan por una crisis, pero su felicidad se verá alterada con el arribo de su hermana, quien pide asilo en su bello departamento. Los celos brotarán de su mujer, y le harán el presente más complicado de lo habitual.
Lo rescatable de la obra son las charlas, los diálogos son muy actuales, los problemas muy cotidianos. El formato de entrevista juega un buen papel, tener impresiones de cada uno de los protagonistas por separados y hablando a la cámara es un buen recurso.
Recomendada para gente joven, para los que se piensen “indies”, y para los que rocen alguna dolorosa cifra como pueden ser los treinta o los cuarenta.