Para mediados de la década de los 70, Carlos Enrique Taboada continuaba en la dirección de películas tétricas, características por la sutileza empleada entre los hechos reales y las situaciones paranormales empleadas dentro de sus historias. Como en el pasado, Taboada vuelve a recurrir a personajes femeninos para protagonizar esta cinta, con un contexto ajeno por completo al de “Hasta el viento tiene miedo”, olvidándose del colegio, el reglamento, las figuras de autoridad y la inmadurez presente en muchas de las chicas.

“Más negro que la noche” da inicio con el deceso de la tía Susana, mujer solitaria y de gusto por los felinos; dentro de su testamento ha considerado a Ofelia como heredera de todos sus bienes, con la única condición de cuidar de su gato (Becker). Para comenzar con la última voluntad de la tía, Ofelia se ha mudado a la casa en compañía de tres amigas, todas con personalidad diferente y propicia para desatar hechos inexplicables y sembrar el terror durante su estancia en la casona.

Esta película tiene grandes aciertos como la escenografía, sustentada por la arquitectura, ornamentos y muebles antiguos de acuerdo a la personalidad y edad de la difunta; también la presencia del ama de llaves de actitud hosca y desconfiada; la inclusión del gato, como elemento clave para generar sensaciones de malestar, aunado a la estrecha relación con las supersticiones. La música y fotografía juegan ese papel primordial para lograr escenas escabrosas, sin caer en lo explicito y dejar todo a la mente del espectador. Un trabajo técnicamente minucioso.

Pocos ejemplares del cine de terror se sostienen por historias sólidas, en este caso raya la sencillez y le roban cámara al guión los elementos técnicos. El reparto si bien no realiza un trabajo especial, tampoco se considera deleznable, actores y actrices que alcanzaron con el tiempo renombre y fama respectivamente.

Una petición a los nuevos directores, olviden estas películas. Las nuevas versiones siempre se verán comparadas con la original.