Aunque se diga que el mexicano ríe con la muerte, "Terminales" resultó ser un buen parámetro para demostrar lo contrario. A las audiencias no les interesa encarar temas como la enfermedad en grado terminal y por consecuente la muerte. Queda en claro la función de los medios como forma de evasión a la incomodad en el acontecer de nuestro día a día, lo cual es valido, pero también coarta la posibilidad de solo comprender el valor de la vida cuando se tiene salud.

La juventud rozagante no implica sanidad y como en ruleta, cuando toca ni aunque lo evitemos. La serie encuadra el entorno de Abril, una mujer joven llena de vitalidad a la que le diagnostican repentinamente leucemia.

Con trece capítulos los directores se aproximan (sin caer de lleno en la fatalidad) a las actividades diarias de la joven, su familia, amigos, compañeros de trabajo y escuela, permitiéndonos conocer como afrontan la noticia, el apoyo recibido, pero también la negación de la enfermedad y el tratamiento.

La trama, para fortuna de criterios sensibles, solo es un esbozo de la afección real que sufren los pacientes con esta enfermedad, es bastante sutil y trae todo una carga positiva de gran relevancia, con cúmulo de esperanza y lucha. Para corroborar lo que escribo en estas líneas y quienes hayan tenido la oportunidad de verla, la protagonista tiene una abuela, con puntadas geniales... sus parlamentos y ocurrencias son señales de gusto por la vida, de felicidad, es un agasajo ver y sobre todo contar con esa vitalidad que la misma actriz, la fabulosa Isela Vega, se encarga de transmitir a Emma.

Una serie que tiene más mala fama por su título, que por su mensaje real. Hoy gracias al servicio que brinda el portal de películas Netflix, vale la pena seguir su única temporada.