Y hablando de culebrones que rompen con el esquema típico que los caracteriza, no podía yo omitir éste, que en algún momento del estudio de autores modernos de alguna clase de bachillerato, alguien llegó a contemplar a Carlos Olmos como un escritor talento que había obtenido reconocimiento gracias a Cuna de lobos. Con un argumento sencillo pero solido, las fechorías desmedidas de una psicopata se sostienen desde el planteamiento, hasta donde las circunstancias se lo permitan y no se encuentre acorralada por la verdad.

El impacto que tuvo en su momento aseguran fue por los alcances de la primera asesina serial única en la historia de los melodramas mexicanos, que cubría con su porte de mujer de alcurnia una serie de atrocidades inducidas por el rencor hacia su hijastro y el amor enfermizo hacia si misma. Lo anterior sin duda es importante, aunado a la interpretación de la actriz, pero yo me voy más allá y me fijo en que para tener un éxito como tal se debe sobre todo a la historia; cada situación se encontraba perfectamente justificada, no había parches más que el de la mujer para realzar sus impulsos criminales. Puedo resumir que la trama se caracteriza por su perspicacia, convirtiéndola en sí una de los pocos thrillers en este formato.

El elenco que lo conformó trae personalidades experimentadas, como la participación de la tercia Bracho-Vega-Camacho, quienes que ya tenían entre su filmografía películas dirigidas por Arturo Ripstein (El lugar sin límites y El castillo de la pureza) y Felipe Cazals (Bajo la metralla y Las Poquianchis) y de quienes sin lugar a dudas se aprende. La complejidad de la trama para su tiempo desde el primer capítulo daba para algo más que asesinatos gratuitos y nos dirigía hacia lo insospechado.

Como bien lo mencionan también hay referencias de cine en cuanto al manejo de elementos clave, objetos como la peluca rubia, el parche, la gabardina, que son primordiales para la construcción del personaje central (cosa que en la actualidad se pasa por alto completamente) y que le imprimieron esa credibilidad al grado de estigmatizar a la actriz.

No todo es deleznable en la industria televisiva, lo grave es que este tipo de trabajos no se graba todos los días, a falta de buenos escritores o bien de la oportunidad en el medio para éstos.