Imperdonable ejercicio fílmico encargado de hacer un dictado de tópicos que envuelven al estudiante del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) como un ser mediocre, preocupado por la porra del equipo y sus sueños de pertenecer a él, descuidando por completo todo su entorno.

Película de trama básica, reducida a las estructuras empleadas en cualquier programa cutre de 30 minutos, que pone a los personajes de estrato social bajo, tal y como se requiere reflejarlos: incultos, frustrados, desintegrados, irresponsables, aunque la realidad tenga disparidad suficiente para dar una replica a este producto. Demasiada pobreza en sus contenidos, digo estando dentro del plantel Oriente, aseguro que cualquier estudiante tiene algo más interesante por contar, que las múltiples visitas al estadio a bordo de un RTP en rol de rufián.

Notas reprobatorias para el cine mexicano, y no porque lo diga su servidor, sino porque las personas al percatarse de semejante ejemplar no arriesgarán ni pagarán para ver una historia de esas que Silvia Pinal sabe realizar.

La formula que aplicó Avelar en “Cómo no te voy a querer”, es risible, aburrida, nada creativa e indignante para gente que fuimos o van en contra del estereotipo del egresado UNAM, que en ocasiones no goza de la credibilidad debida.