Nos encontramos en una pequeña ciudad italiana de provincias a principios de los años sesenta, la película nos habla de los "delfines", los descendientes de buena familia del país, respetados y honrados por su riqueza y su buen nombre, unos muchachotes que pasan sus días sin hacer nada, hablando y aburriéndose en busca de algo estimulante. De la mano de un estupendo elenco de actores encabezado por una bellísima Claudia Cardinale, una chica hermosa pero pobre que consigue entrar en el círculo de “delfines”, Maselli construye un retrato acerca de la superficialidad de una generación que busca la aceptación de aquellos considerados "populares", aunque ello signifique traicionarse a sí misma.

La película es la historia de diferentes personajes, historias contadas mentalmente por Anselmo, el rebelde del grupo que mantiene reproducciones futuristas y cubistas en la habitación y le gustaría escapar del círculo de “delfines”, pero el dinero de papá resulta muy tentador. Los personajes de la película parecen tomados de un libro de Moravia, que de hecho, colabora en el guión, pero tal vez sean demasiado esquemáticos y estereotipados.

Por otro lado, el profundo dominio del uso técnico de la cámara nos permite disfrutar de una serie de tomas complejas, con un uso sofisticado del blanco y negro y de la fotografía que logran crear esa atmósfera de aburrimiento, de opaca calma, un entorno cerrado y elegante, precioso pero estático y sombrío, en comparación con los momentos en que llega la cegadora luz externa para mostrar la estridencia entre los personajes que, sin embargo, se resuelven en nada, de hecho, uno de los grandes méritos de la película está dado por el movimiento que parece conducir a estos personajes, para luego volver a una situación inicial de fijeza e inmutabilidad, como si al final no hubiera pasado nada.

Evidentemente la película no llega, ni con mucho, a la altura de esa maravillosa obra maestra que es “Los inútiles” de Fellini, pero bajo mi humilde punto de vista merece la pena verla.