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Voto de Feng Lanzhí:
7
Drama Nueva York, principios del siglo XX. Biografía sobre Evelyn Nesbit, una joven corista que realiza un número bastante popular en el trapecio. Transcurridos algunos años, es la mujer de un celoso millonario que no puede soportar los romances que tuvo su esposa en esa etapa disoluta de su vida. (FILMAFFINITY)
12 de octubre de 2018
10 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poco sabríamos hoy de la modelo y corista Evelyn Nesbit si no hubiera estado implicada en un crimen que conmocionó a Nueva York en 1906 y que dio origen a esta película.
Evelyn, tras una infancia difícil por la pérdida de su padre, sacó provecho pronto de su belleza bajo los consejos de una madre calculadora. Es famoso el retrato que le hizo Charles Dana Gibson para una revista, titulado “Eternal question”, en el que el cabello de la modelo tenía forma de interrogante.
Introducida fácilmente en el ambiente de la alta sociedad, conoció a los 16 años a un arquitecto multimillonario y cincuentón, Stanford White, quien tenía un famoso picadero presidido por un columpio rojo, donde las chicas se columpiaban bien ligeras de ropa. Un columpio, y no un trapecio, como decía el desafortunado título en español. No estábamos en un circo. O a lo mejor sí, porque desconocemos los detalles de las “fiestas” del señor White.
Como el millonario juerguista estaba casado, la joven no pasaba de concubina, así que, tras quedarse embarazada del joven actor John Barrymore y someterse a un aborto (parece ser que fueron varios a lo largo de su vida y camuflados de apendicitis), contrajo matrimonio con otro millonario, que por desgracia se encontraba algo desequilibrado.
La historia daba para mucho más, pero en los años 50 las biografías se limitaban a ensalzar las virtudes del protagonista, y más todavía cuando la misma Evelyn Nesbit supervisó todo lo que se contaba en ella.
Así que el guion se esforzó en mostrar a una inocente chavalita, recatada y modosa, que sentía un amor sublime por el vejete y no estaba para nada interesada en su dinero. Los mohines de niña buena de Joan Collins no permitían una actuación destacada, más sabiendo que era una actriz con indudable potencial (para compensar, ese mismo año protagonizaba “Tierra de faraones”).
En la película, White tenía la atractiva presencia de Ray Milland. En la realidad era mucho más feo y lucía un mostacho que dejaba pequeño el del superintendente de “Mortadelo y Filemón”.
Pero aunque la historia se maquillaba (por ejemplo se eliminaba el personaje de John Barrymore y sólo se le mencionaba al enviar unas flores), el tortuoso camino de Evelyn quedaba bien reflejado, y Ray Milland (siempre una garantía), mostraba una atracción obsesiva que disfrazaba de absurdo paternalismo.
Además el vestuario y la decoración de interiores resultaban atractivos, y varios momentos quedan en el recuerdo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Feng Lanzhí
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