Es la típica serie de usar y tirar, de ver con cero pretensiones y cero expectativas mas allá de echar el rato, la típica serie que dejas haciendo zapping a la hora de la cena cuando no hay nada mejor. Es entretenida porque es de ritmo ágil y es simpática porque sus personajes caen bien y porque Nathan Fillion en particular tiene ese carisma de tío que te agrada encontrarte en cualquier lado.

Pero no intentes hacerle un análisis serio a una historia que va de un cuarentón que se muda a una mansión playera y se mete a poli y encima resulta ser el más valiente, el más eficaz, el más suertudo, el más ligón... y todo ello sin siquiera quererlo. Esto es televisión tipo años 80-90, formato procedimental básico y personajes arquetipo sin matices.