Vale que en este tipo de historias con entrenador de algún deporte (en este caso baloncesto estudiantil femenino) caído en desgracia, redimiéndose a la vez que redime a sus pupilos/as, basta con incluir los canónicos tópicos al uso que suelen resultar medianamente disfrutable al espectador que de vez en cuando el cuerpo le pide un poco de intrascendente y pasable ración de entretenimiento; vale que tratándose de una producción independiente con Sam Rockwell dando más que bien el tipo como ese entrenador, y la guapa y resultona Emma Roberts como el atractivo gancho en el papel de una de las pupilas, la cosa cumple en cuanto a atractivo actoral y desarrollo de la trama; y vale que como comedia dramática indie mas o menos cumple; PERO lo que a mi juicio no vale, son esa sucesión de tópicos indies tan políticamente correctos cubriendo de forma cuasi milimétrica todos y cada uno de los sectores sociales que parece ser la prioridad absoluta de los responsables de la función, no porque no comulgue con el enfoque buenrollista dado (de hecho, me considero todo un paradigma de tolerancia y buen rollo), sino por el tufo a moralina predicante que desprende todo el conjunto, y lo ventajista de jugar con tales cartas marcadas como defensa a una reseña negativa (ya saben, si no te gusta la película eres un carca reaccionario del copón).