Nos cuenta la verdadera historia de Graeme Obree, un tipo depresivo que tenía un pequeño y ruinoso taller de piezas para bicicletas y además trabajaba de ciclista mensajero. Un buen día se le enciende la bombilla y comienza a fabricar , ayudado por un mecenas que intuye el potencial de este, (un siempre en su sitio Brian Cox), artesanalmente con piezas cogidas de aquí y de allá un artilugio, que resulta ser extremadamente rápido y ni corto ni perezoso decide intentar batir el record de la hora en pista, rencontrándose con mil y un problemas a la hora de homologarla debido a las trabas que le pone la federación, ante el sacrilegio que para ellos supone que un tipo en un artilugio, saltándose todo el protocolo de los consagrados fabricantes de piezas lo consiga. Buena película de superación personal, que nos hace un buen retrato psicológico del atormentado Graham, encarnado por un Jonny Lee Miller absolutamente creíble. Narrada en clave de thriller, con unos malos, malísimos ejecutivos de la federación ciclista, mantiene la tensión en todo momento.