A veces, la historia es de lo más curiosa.
Después de todos los esfuerzos que tuvo que hacer Richard III para ser rey de Inglaterra (incluyendo muchos años de guerra y la más que sospechosa desaparición de sus sobrinos, el ya proclamado rey Edward V y Richard, en la Torre de Londres), es irónico que después su reinado durase tan sólo dos años escasos.
La historia de este rey despiadado es la que cuenta esta última parte del proyecto La corona partida, y probablemente es la mejor de las películas que narran la Guerra de las Rosas. Se trata de una experiencia excepcional para el espectador, dominada de principio a fin por la poderosísima interpretación de Benedict Cumberbatch como el despiadado monarca, apoyado por la flor y la nata de la interpretación británica, en una cinta que atrapa al espectador y no lo suelta hasta el final. Además, el ritmo es bastante mejor que en las cintas dedicadas a Edward VI.
Una gozada para cualquier aficionado al cine, a la historia, a Shakespeare y a la excelencia de la BBC.