Ay, Alfie, Alfie. Qué Don Juan más Don Juan eres.
Cabe preguntarse si los problemas médicos que experimenta el personaje titular durante la película son una suerte de aviso sobre el castigo divino que puede caerle por su impenitente misoginia y adicción al sexo.
El problema de la película es que el ínclito Alfie cae gordo. Pero mucho. Y ni siquiera su redención final y el cambio que va experimentando poco a poco es suficiente para que el público sienta la más mínima lástima o simpatía por él (y debería haber sido más fácil, porque a fin de cuentas es un pobre hombre incapaz de vivir una vida adulta y plena). Aunque, ojo, quizás era este el objetivo de Charles Shyer al rodar este remake de la película con Michael Caine de 1966. Mostrar la misoginia en su estado puro y contar la historia de un Casanova peor que el propio seductor italiano. A lo mejor el objetivo era precisamente ese, el disgusto del público. Pero no lo parece, a tenor de cómo va evolucionando la historia. Con todo, se trata de una película que se deja ver y que permite disfrutar del talentazo de sus actrices secundarias y por supuesto de la presencia y carisma arrolladores de un Jude Law en su salsa que disfrutaba entonces, a principios de los 2000, de su época dorada. Hablando directamente a cámara en muchas ocasiones, el inglés se come literalmente la pantalla y rezuma encanto y también, como decimos, rechazo.
Acabamos con un dato curioso: Charles Shyer no ha vuelto a rodar una película después de Alfie...

Lo mejor: Jude Law y las excelentes actrices que interpretan a sus conquistas, especialmente Marisa Tomei, Susan Sarandon y Jane Krakowski.
Lo peor: Es imposible sentir simpatía por el personaje principal, ni siquiera al final, y sus idas y venidas terminan por hacerse anodinas.