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7
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Romance
Adaptación del clásico de William Shakespeare. La versión de Castellani es probablemente la mejor gracias, sobre todo, a la fidelidad al texto y al acierto de las localizaciones. Los escenarios veroneses, donde se supone que ocurrieron los hechos, son fotografiados admirablemente por Robert Krasker. En 1954 la película fue elegida como mejor film inglés por la British Academy Awards. (FILMAFFINITY)
29 de marzo de 2010
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de ser una adaptación muy fiel que respeta el 90% del verso original, lo último que yo recomendaría con este “Romeo y Julieta” es verlo como una versión de la obra de Shakespeare. Fácilmente se puede concluir que es un fracaso; si comparamos el aspecto actoral con la película de Zeffirelli (1968), vemos que allí el manejo interpretativo es abrumador, fresco, lleno de imaginación dramática y, sobre todo, de pura y coral interactuación escénica; aquí es casi siempre convencional, encorsetado, recitativo y carente de ambición. Sin llegar a la pobreza de la versión de Cukor (1936), desde luego. Los amantes de Verona sumaban entre ambos 28 años; Zeffirelli se acerca a la cifra (35 años) y eso se nota, es la versión de mayor lozanía; el intento de Castellani se queda más lejos (46 años entre Laurence Harvey y Susan Shental) y el de Cukor (77 años para Leslie Howard más Norma Shearer) es decididamente rancio y polvoriento.
Leo las críticas inglesas de la época y la indignación me parece justificada. Castellani ha eliminado el discurso de Mercutio sobre la Reina Mab, uno de los mejores textos del teatro universal que recibió un hermoso tratamiento en la versión de Zeffirelli. Ha convertido a Fray Lorenzo en una especie de zoquete bienintencionado, con el agravante de cambiarle el sentido a su maquiavélico monólogo de presentación. Y ha prescindido del uso de actores shakespearianos en los roles más importantes, con la excepción de Flora Robson y una breve introducción de John Gielgud. Es culpable de todos esos cargos.
Leo las críticas inglesas de la época y la indignación me parece justificada. Castellani ha eliminado el discurso de Mercutio sobre la Reina Mab, uno de los mejores textos del teatro universal que recibió un hermoso tratamiento en la versión de Zeffirelli. Ha convertido a Fray Lorenzo en una especie de zoquete bienintencionado, con el agravante de cambiarle el sentido a su maquiavélico monólogo de presentación. Y ha prescindido del uso de actores shakespearianos en los roles más importantes, con la excepción de Flora Robson y una breve introducción de John Gielgud. Es culpable de todos esos cargos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Yo firmo su indulto sobre la base de otras circunstancias. La imaginación y la calidad que le faltan a su oferta dramática le sobran en su vertiente visual. Este “Romeo y Julieta” ha de verse como un paseo por el maravilloso prerrenacimiento artístico italiano.
Tenemos a un director, Castellani, que se sirve de escenarios naturales en Siena, Génova, Padua, Verona y Venecia, así como decorados facturados en el estudio inglés de Pinewood, para introducirnos, cual guía experto, por un universo estético fascinante. El equipo visual de la película, con el fotógrafo Robert Krasker y el diseñador Gastone Simonetti a la cabeza, toma las localizaciones reales y efectúa un trabajo creativo de primer orden, alejado del convencionalismo cultural que impone la sujeción a la pintura arquitectónica renacentista. En las escenas de estudio la sensación es la opuesta y consiguen ser complementarias: naturalistas hasta el extremo, plagadas de arquitectura y volúmenes que se llenan de luminoso aire sólo cuando la necesidad dramática lo requiere. Krasker y Castellani manejan con gozosa sutileza una gama de colores que jamás mezclan gratuitamente (¡Que alguien le enseñe a Almodóvar lo que es el tratamiento de los colores!) y el efecto recuerda a aquellas lejanas películas en el sistema “Tricolor” del primer Technicolor (como “Becky Sharp”) que usaba sólo colores primarios y en las que el rigor visual era una consecuencia de las limitaciones técnicas.
La belleza serena del románico religioso lombardo, la luz cenital de la arquitectura civil bizantina y la majestuosa armonía del interior gótico se dan cita en “Romeo y Julieta”, pero al contrario que muchas películas no se limita a parasitar a los maestros para obtener la referencia culterana, en una composición pictórica fosilizada al estilo de los antiguos “films d’art”. Los tipos del fin del Medievo italiano son convocados a una delicada danza de retorno a los lugares que habitaron en vida, las formas reviven, los colores vuelven. A través de los ojos de Castellani soy incapaz de ver a Shakespeare, pero veo el esplendor de un modo de entender la vida mediante esa forma de creación de belleza que una vez existió y se llamó Arte.
Tenemos a un director, Castellani, que se sirve de escenarios naturales en Siena, Génova, Padua, Verona y Venecia, así como decorados facturados en el estudio inglés de Pinewood, para introducirnos, cual guía experto, por un universo estético fascinante. El equipo visual de la película, con el fotógrafo Robert Krasker y el diseñador Gastone Simonetti a la cabeza, toma las localizaciones reales y efectúa un trabajo creativo de primer orden, alejado del convencionalismo cultural que impone la sujeción a la pintura arquitectónica renacentista. En las escenas de estudio la sensación es la opuesta y consiguen ser complementarias: naturalistas hasta el extremo, plagadas de arquitectura y volúmenes que se llenan de luminoso aire sólo cuando la necesidad dramática lo requiere. Krasker y Castellani manejan con gozosa sutileza una gama de colores que jamás mezclan gratuitamente (¡Que alguien le enseñe a Almodóvar lo que es el tratamiento de los colores!) y el efecto recuerda a aquellas lejanas películas en el sistema “Tricolor” del primer Technicolor (como “Becky Sharp”) que usaba sólo colores primarios y en las que el rigor visual era una consecuencia de las limitaciones técnicas.
La belleza serena del románico religioso lombardo, la luz cenital de la arquitectura civil bizantina y la majestuosa armonía del interior gótico se dan cita en “Romeo y Julieta”, pero al contrario que muchas películas no se limita a parasitar a los maestros para obtener la referencia culterana, en una composición pictórica fosilizada al estilo de los antiguos “films d’art”. Los tipos del fin del Medievo italiano son convocados a una delicada danza de retorno a los lugares que habitaron en vida, las formas reviven, los colores vuelven. A través de los ojos de Castellani soy incapaz de ver a Shakespeare, pero veo el esplendor de un modo de entender la vida mediante esa forma de creación de belleza que una vez existió y se llamó Arte.