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8
6,4
332
Comedia. Drama. Romance
Armande de la Verne (Gérard Philipe), un célebre mujeriego, apuesta que puede seducir a cualquier mujer. La elegida es la divorciada Marie-Louise Rivere (Michèle Morgan). La amenaza de la guerra es el telón de fondo de las "maniobras" de seducción. Mientras intenta ganar la apuesta, el Don Juan se enamora locamente de la bella y decidida Marie-Louise. (FILMAFFINITY)
19 de marzo de 2015
24 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jamás me preocupé demasiado por ver películas de René Clair, cuando yo empecé a interesarme por el cine ya estaba completamente desprestigiado y se consideraba una grave falta dedicarle tiempo antes de haber visto la filmografía íntegra de Jean Renoir. Por eso, a pesar de que su obra es corta, he tardado muchísimo tiempo en completar una parte significativa. Siempre sentí curiosidad, en cambio, por su figura. Dando crédito a los que, como Berlanga, le conocieron, debió tratarse de una persona caballerosa y gentil, con un sentido algo anticuado de la gentileza.
Durante un período, principio de los años treinta, fue el cineasta más influyente del mundo, gracias a una serie de fantasías musicales que ayudaron al desarrollo técnico del cine sonoro. Antes que Hitchcock, René Clair fue el primer cineasta de la época hablada en obtener un contrato millonario para trabajar fuera de su país, y lo hizo por propia voluntad, no porque huyera de los nazis.
En cuanto a esas películas, estaban llenas de ambiciosas ideas cinematográficas que no cristalizaban; el camino entre la concepción y la ejecución, el diseño y el trazado final, no terminaba de recorrerse y muchas veces las escenas eran mejores contadas que vistas. También era un cine amable e inofensivo, puesto que para hacer diana apuntando tan alto no es una ventaja ser una buena persona, y en cambio sí es útil el egocentrismo, el perfeccionismo enfermizo, la mala uva, la ironía punzante y el cinismo. Los genios suelen poseer estos atributos y René Clair no fue un genio. Sólo hay que comparar la elegante reacción de Clair cuando su productora demandó a Charles Chaplin por plagiar secuencias de “¡Viva la libertad!” en “Tiempos modernos”, y cómo en cambio transcurrió un incidente parecido entre el mismo Chaplin y Orson Welles a cuenta de la paternidad de “Monsieur Verdoux”.
El cine que hizo tras la guerra, después de su poco afortunada escala americana, lo sepultó definitivamente en el mausoleo de los directores olvidados, custodiado por Truffaut y sus compinches (Truffaut… ¡que acabaría convirtiéndose en el René Clair de la Nouvelle Vague!). Todavía sigue allí, a pesar de que Criterion haya resucitado sus primeros títulos sonoros.
Durante un período, principio de los años treinta, fue el cineasta más influyente del mundo, gracias a una serie de fantasías musicales que ayudaron al desarrollo técnico del cine sonoro. Antes que Hitchcock, René Clair fue el primer cineasta de la época hablada en obtener un contrato millonario para trabajar fuera de su país, y lo hizo por propia voluntad, no porque huyera de los nazis.
En cuanto a esas películas, estaban llenas de ambiciosas ideas cinematográficas que no cristalizaban; el camino entre la concepción y la ejecución, el diseño y el trazado final, no terminaba de recorrerse y muchas veces las escenas eran mejores contadas que vistas. También era un cine amable e inofensivo, puesto que para hacer diana apuntando tan alto no es una ventaja ser una buena persona, y en cambio sí es útil el egocentrismo, el perfeccionismo enfermizo, la mala uva, la ironía punzante y el cinismo. Los genios suelen poseer estos atributos y René Clair no fue un genio. Sólo hay que comparar la elegante reacción de Clair cuando su productora demandó a Charles Chaplin por plagiar secuencias de “¡Viva la libertad!” en “Tiempos modernos”, y cómo en cambio transcurrió un incidente parecido entre el mismo Chaplin y Orson Welles a cuenta de la paternidad de “Monsieur Verdoux”.
El cine que hizo tras la guerra, después de su poco afortunada escala americana, lo sepultó definitivamente en el mausoleo de los directores olvidados, custodiado por Truffaut y sus compinches (Truffaut… ¡que acabaría convirtiéndose en el René Clair de la Nouvelle Vague!). Todavía sigue allí, a pesar de que Criterion haya resucitado sus primeros títulos sonoros.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Sin embargo, el cine de René Clair que a mí me gusta es el de la posguerra. “Puerta de las Lilas” es una película curiosa y apreciable, aparte de contar con la única aparición cinematográfica de Georges Brassens, detalle que bastaría para hacerla inmortal. “El silencio es oro” es espléndida. Sigue siendo un cine inofensivo, lleno de amor pero no de pasión; tratándose de cine la diferencia es enorme.
En ese perímetro, “Las maniobras del amor” es la mejor película de René Clair. No me queda
espacio para hablar de su delicadeza, su divertido tono de falsa opereta, su canción “Si tu m’aimais” como ingenioso leitmotiv , de sus pequeños momentos de magia protagonizados por Michelle Morgan y Gerard Phillipe (magnífico el baile, al ritmo del vals “Fascinación”), su falta de énfasis dramático, del personaje de Jean Desailly –protagonista secreto de la historia-, de la fabulosa Lise Delamare, de su sencilla fotografía casi bicolor, y de su armonioso ritmo escénico. Apenas para decir que es una película anticuada, gentil y digna de ser amada aunque sea de una forma íntima y desapasionada, como se quiere a un primo con el que se ha crecido. O a una buena persona.
En ese perímetro, “Las maniobras del amor” es la mejor película de René Clair. No me queda
espacio para hablar de su delicadeza, su divertido tono de falsa opereta, su canción “Si tu m’aimais” como ingenioso leitmotiv , de sus pequeños momentos de magia protagonizados por Michelle Morgan y Gerard Phillipe (magnífico el baile, al ritmo del vals “Fascinación”), su falta de énfasis dramático, del personaje de Jean Desailly –protagonista secreto de la historia-, de la fabulosa Lise Delamare, de su sencilla fotografía casi bicolor, y de su armonioso ritmo escénico. Apenas para decir que es una película anticuada, gentil y digna de ser amada aunque sea de una forma íntima y desapasionada, como se quiere a un primo con el que se ha crecido. O a una buena persona.