Que Edward G.Robinson ha sido uno de los mejores actores de la Historia no es un secreto para nadie. Capaz de alcanzar múltiples registros, desde sus papeles de gángster duro y frío hasta las del hombre sencillo, normal y corriente, Robinson siempre parecía dotarlos de un fondo especial, un interior único pleno de matices en los que siempre asomaba la debilidad humana, que es la que conforma nuestra verdadera naturaleza, y lo que hacía que sus personajes fueran tan reconocibles para nosotros.
Esta es una película precódigo y, como tal, nos vamos a enfrentar a ciertos temas escabrosos desde un prisma muy alejado de los juicios moralizantes que se impondrían tan sólo unos meses después de la realización de este film.
Una película que trata principalmente sobre la ludopatía y sus efectos en la vida pero que Green trata de eludir su aspecto más trágico o, al menos, lo soslaya para conceder a su personaje cierta libertad de elección como si su adicción fuera, en un momento dado, un camino elegido libremente y que un final brusco y casi alegre plantea más como una cuestión de decisión personal.
Nos van a relatar la vida de un hombre aficionado a las carreras de caballos y a todo tipo de apuestas que tratará de sentar la cabeza cuando conozca a la que será su esposa. Por medio de un trabajo respetable se mantendrá alejado de ellas por un tiempo pero el encuentro con viejos amigos y su introducción en el nuevo y desconocido mundo de las carreras de galgos darán al traste con sus viejos propósitos y volverá a las andadas, causando la infelicidad de su esposa, que está esperando un niño, que terminará tirando la toalla en su afán de reformarle y se alejará de él.
La película está bien relatada y no se nos va a ocultar nada de lo que ocurre en la vida de este hombre. Sus triunfos, la necesidad de la adrenalina que se dispara cuando se encuentra haciendo sus apuestas; carreras de caballos y de galgos, ruleta, póker, dados, la vida nocturna y alegre en contraposición con la aburrida rutina de su trabajo.
Sólo cuando fracasa volverá con su esposa que lo acoge más por el bien de su hijo y por cierta compasión que por amor verdadero ya que ella ya habrá rehecho su vida.
Pero eso será un espejismo ya que él no podrá evitar dejarse atraer por el tintineo del sonido del mecanismo que acciona el conejo cuando un nuevo canódromo se instale en su ciudad.
Robinson nos va a caer bien a pesar de la inmadurez y egoísmo del que hace gala. Eso es lo inusual en esta cinta que no se posiciona hacia ningún aspecto moral.