Doris Day resplandece en esta cálida y placentera comedia musical que, con el gran Michael Curtiz en la dirección, nos ofrece un entrañable paseo por las bambalinas de los estudios radiofónicos para contarnos lo que acontece tras los micrófonos apagados cuyas historias no son diferentes de las que también ocurren detrás de los telones de los teatros o del cine, y que también han merecido sus respectivas versiones en forma de grandes películas.
Así pues, se nos relatará el periplo que iniciará un agente musical (Jack Carson), cuando se vea plantado por la actual y fulgurante estrella de la canción (Lee Bowman), reconvertido en divo, y la lucha que emprenderá junto a la joven promesa (Doris Day) por alcanzar el éxito en el mundo de la canción.
Nacimiento y caída de los dioses de la canción. La historia nos resulta harto conocida pero Curtiz aquí se aleja de la amargura que supura en muchas de ellas y, decantándose más por la comedia, recrearnos con las magníficas canciones que escucharemos, obra y gracia de una Day que además de deleitarnos con su gran voz hace un magnífico papel.
Lo mismo podemos decir de Carson al que se le ve que dispone de gran química con la Day, pero no hay que olvidarse de los grandes secundarios que les acompañan en este film y añaden la nota de desenfado.
Un precioso technicolor aporta la luz suave y colores cálidos que precisa el film y unos números musicales, algunos realmente memorables (incluido uno sorprendente y, quizá, algo discordante pero bastante divertido) convierten a este musical en un film mucho más apreciable que, por lo que la mísera nota que le han adjudicado hasta ahora, podríamos deducir.
Los amantes de los musicales en general y de Doris Day en particular tienen una cita obligada aquí.