Es curioso, pero creo que es la primera vez que me pasa que, después de haber visto una miniserie basada en una novela, aprecio más la versión cinematográfica de ella, que la serie.
Voy a tratar de explicarme. Normalmente, las series tienen una ventaja con respecto a las películas, a la hora de adaptar una novela. La extensión del metraje les facilita recrearse y abarcar más matices y desarrollar más a sus personajes y las situaciones, cosa que las películas no pueden. Es por ello que, si las dos están hechas con cierto mimo y cuidado, normalmente la serie ganará al film.
Pero en este caso no es así. Esta serie no me ha parecido que aporta nada que la versión cinematográfica de Ivory no tuviera. Y no creo en absoluto que eso sea demérito de esta serie, sino que la película, lo comprendo ahora, está excelentemente guionizada y han sabido sacar todo el partido posible al escaso metraje.
Y es más. Esta serie, a pesar de que está bien hecha, sale claramente perdedora en la comparación con el film. Quizá sea porque aquí no están esos monstruos de la interpretación que son Anthony Hopkins, Emma Thompson y Helena Bonham Carter, pero la verdad, aún habiéndola disfrutado, no he extraído de ella nada diferente o mejor.
La historia nos habla de la relación entre las Schelegel, damas burguesas que viven de rentas, liberales y cultas y de amplios horizontes progresistas y de los Wilcox, familia de empresarios de gran fortuna obtenida en la explotación de Africa, de ideas conservadoras y muy tradicionales. También tendremos representada a una tercera clase con los Bast, un matrimonio de clase trabajadora, víctima de los abusos y las buenas intenciones de unos y otros.
La verdad es que considero que la serie es muy disfrutable. Está hecha con cuidado y explica muy bien todos los acontecimientos en los que se verán envueltos.
Pero sigo diciendo, Ivory, ya llevó a la pantalla esta historia en 1992, con más preciosismo y mejores actuaciones. Yo no he visto ninguna diferencia sustancial en ésta, sino en inferior calidad.
A pesar de ello se disfruta.
Un comentario que a mí me parece interesante. Estoy seguro que cuando E.M. Forster escribió esta historia, el personaje de Meg es el que despertaba sus simpatías, al menos lo parece, y ejemplificaba un modelo de mujer como la personificación de lo que debía ser. Sensata, contemporizadora, amable y con un punto de sumisión. Su hermana, en cambio, apasionada e impulsiva, es descrita como modelo femenino erróneo y, de hecho, se le castiga en cierto modo en el film.
Me gustaría saber, el espectador moderno de ahora, qué modelo de mujer despierta sus simpatías o su adhesión. Estoy seguro de que, hoy en día, Meg nos resulta ya muy caduca y admiramos más a su hermana por luchar contra su sociedad de aquella manera. Cómo cambian las tornas.