Es difícil precisar o añadir algo nuevo a lo ya espléndidamente matizado por Lourdes en su crítica anterior, que recomiendo encarecidamente leer pausadamente. En esta segunda incursión detrás de la cámara de la alemana von Carolsfeld, basada en la novela homónima de la escritora canadiense Aislinn Hunter, nos encontramos con un lienzo no exento de filosofía, aunque aparentemente se trate de un mero (o no tan simple) drama romántico, y subyace un continuo y nada estático leitmotiv de ensimismamiento en las emociones y sentimientos que nos puede hacer recordar el famoso adagio latino acerca de la nulidad de la impermanencia.
La música del también canadiense Robert Marcel Lepage fluctúa en una cadencia pausada y nada abrupta de secuenciaciones preludio de un ulterior final que sorprende (y tal vez decepciona), aderezado por una más que espléndida fotografía del premiado Ronald Plante, que ya diera muestras de su capacidad en Monsieur Lazhar.
El elenco de actores incluye a Ironside, en un papel desacostumbrado, al irlandés Gleeson, siendo inevitable el juego de palabras entre el título Stay de esta película y su rol en Standby, pero mas allá de memorísticos juegos de palabras tenemos a Aidan Quinn en un papel tal vez no suficientemente ponderado.
Es posible que la dirección adolezca de cierta indolencia para cristalizar toda la esencia de la novela, pero sin duda se trata de una película para ver con tranquilidad y no podremos evitar no pensar. Y no sentir.