Con demasiada frecuencia, los niños nacen bien formados, pero son luego deformados por una educación donde se antepone el poseer al privilegio de ser. Creemos que, con dar al niño un regalo tras otro, los cuales irá abandonando cuando ve llegar el nuevo, le estamos dando la mejor prueba de nuestro afecto. Pero, si a esto se reducen nuestras manifestaciones de aprecio, pronto el niño interiorizará que amar no es otra cosa que regalar objetos. No acompañamos, no jugamos, no acariciamos, no dialogamos, no paseamos juntos… pues estamos convencidos de que, con dar comida, juguetes y dinero, ya cumplimos. Y, es de esta manera, como a los niños les arrebatamos su tesoro más preciado: el Ser.

Es así, como hemos formado una sociedad convencida de que poseer es igual a ser y a significar. Y entonces, nos afanamos por obtener chécheres y más chécheres, por tener más que el otro, y competimos con vanidades y vanalidades que, sólo por obstinación y simple irreflexión, nos negamos a comprender que, para nada, nos hacen felices.

En las familias suele suceder que, aquel que de pequeño se sintió subestimado y se convenció, en lo más íntimo, de que era inferior a otro hermano, pronto desarrollará un fuerte afán competitivo con el que, a toda costa, intentará probar que aquel hermano(a) no es mejor que él. Pero, lo triste, es que se cae en la envidia y ésta, al no ser racional, se vale de cualquier medio deshonesto, agresivo o extremo para salirse con la suya.

Arthur Blake es alguien que, sin duda, se sintió inferior a su hermano Geoffrey, barón de Breetholm. Por tal motivo, ahora que él y su esposa han muerto en la India, él toma al hijo de estos, lo somete como esclavo y pretende quedarse con su herencia para cobrarse todos sus resentimientos. Pero, Benjamin Blake ha heredado el atractivo, el temple y la disciplina de su padre, y junto a su abuelo materno Amos Kidder, aprende los valores complementarios que le permitirán defenderse en la vida. Enamorado de la preciosa hija de su tío Arthur, la situación se vuelve extrema y Benjamin se ve forzado a emprender un viaje hacia Las Indias donde espera solventarse para resolver el conflicto de su herencia.

“EL HIJO DE LA FURIA” no tiene una historia de alto calibre, pero resulta bastante interesante porque tiene el pulso narrativo de un director que sabe contar con discreción, con buen gusto, y aplicando elementos en las relaciones bastante evolucionados. Bien ambientada y con un atractivo reparto que incluye a Tyrone Power, Frances Farmer, Gene Tierney y George Sanders, el resultado es una atractiva aventura donde el hombre descubre, finalmente, cual es el tesoro que vale la pena poseer.

Termino con una atinada frase de Eva, la chica de la isla, que deberían tomar en cuenta nuestros habituales baladistas:"Vete. Si te quedas aquí por compasión me tiraré al mar. Sólo podré ser feliz si tú eres feliz".